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Murió la referente social Natty Petrosino

Sociedad 27/07/2021 Hora: 19:11
Murió la referente social Natty Petrosino
Murió la referente social Natty Petrosino

Natty Hollmann, mejor conocida por el apellido de su marido como Natty Petrosino, la referente social que desde hacía varias décadas luchaba por los derechos humanos de la comunidad wichi en la Argentina, falleció este lunes 26 de julio, a los 83 años, como consecuencia del coronavirus.

La mujer se encontraba internada desde el último fin de semana en el sector de Terapia Intensiva del Hospital Municipal de Bahía Blanca, su ciudad natal, a la cual había regresado recientemente desde Formosa, a donde viajaba asiduamente por sus tareas solidarias.

 

Natty Petrosino en Formosa

 

Lamento profundamente el fallecimiento de Natty Petrosino, una mujer noble y generosa que nos deja un legado imborrable. Natty fue una gran referente social, pero por sobre todas las cosas una excelente persona que siempre buscó el bienestar de toda la comunidad. Mis condolencias a sus familiares y amigos en este difícil momento”, escribió el intendente de Bahía Blanca, Héctor Gay.

Había regresado a Bahía a mediados de junio, después de haber dejado un camión con donaciones para los wichis en Divisadero, localidad formoseña ubicada a 300 kilómetros de Las Lomitas. 

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La Historia de Natty

En la vida de muchas personas puede haber elecciones más o menos esperadas y circunstancias previsibles. No fue lo que ocurrió con Natty Hollmann. Nacida del matrimonio Hollmann - Eberle de Alemanes del Volga, vino al mundo el 4 de junio de 1938 en la ciudad de Bahía Blanca. 

En la década de 1960, Natty tenía una carrera exitosa como modelo. Sus expresivos ojos azules, sus cabellos dorados y su singular silueta la llevaron al mundo artístico y de las pasarelas en donde triunfó en el mundo de la moda, obteniendo los máximos lujos y la fama de las pasarelas. Hizo parte de las carreras de medicina y sociología en la Universidad de Buenos Aires y trabajó en varias películas como actriz de cine.

En un momento dado, conoció a un atractivo y exitoso empresario de Bahía Blanca: Vicente Petrosino y se casó con él, que era quince años mayor que ella; posteriormente fue madre de dos niños. Vivía con las comodidades de una reina cuando enfermó de cáncer de oído y, tras una riesgosa operación, la declararon clínicamente muerta. Entonces tuvo una revelación: aunque no se consideraba creyente, sintió que Jesús le mostraba en ese momento que la muerte no existía.

Cuando se recuperó, pensó al principio que había sido un sueño difícil de asumir, y le llevó años tomar la decisión que transformaría su vida para siempre. Pero era innegable que había tenido un despertar espiritual. Entonces, decidió abandonar su estilo de vida para vivir el Evangelio. Y así lo hizo.

Desde entonces, eligió dar testimonio de una vida discipular. En los primeros años de su misión, su familia aprendió a convivir a diario con personas en situación de calle a las que ella les abría las puertas de su casa para que no pasaran hambre y frío. Como Justina, una mujer de 55 años que recuerda que Natty la invitó a su hogar cuando ella era una adolescente. Sus padres eran alcohólicos y le pegaban a diario. Estaba desamparada.

“Natty es una gran persona. Un día lluvioso me escapé de mi casa. Tenía 14 años; nadie me empleaba porque yo era chica y no me vestía bien –recuerda-. Hacía frío. Anduve caminando tanto que tenía mucha hambre y estaba cansada. Pasé por la iglesia de la calle Güemes y me quedé dormida sobre un banco. Alguien me tocó el hombro y me asusté. Era la señora Natty. Me llevó a su casa de Palihue; ahí había otra familia que ella estaba ayudando. Dormían en su cama y Natty, en un sillón”.

Al igual que del privilegio de dormir sobre su propio colchón, Natty se despojó de todos sus bienes materiales para dárselos a los pobres. El amor de su esposo hacía que ella no encontraría obstáculos para desarrollar su tarea solidaria, pero diez años después de que inició esta especie de revolución hogareña, Vicente le pidió que dejara de hacerlo porque la familia necesitaba su propio espacio.

Ella le respondió que su familia lo tenía todo, pero su familia celestial estaba en la calle. Tal vez ella sabía cómo iba a reaccionar su marido: él optó por acompañarla en su misión y se convirtió en un compañero incondicional. Cuando su hijo más chico terminó la secundaria, Vicente renunció a todo y misionó al lado de su esposa hasta el final de sus días, en 1996.

En 1978, Natty fundó una red de hogares y se mudó a uno de ellos. Empezó a vivir únicamente de donaciones: dejó de lado sus vestidos de alta costura y los cambió por la ropa que la gente le acercaba. Una vez, llegaron en donación guardapolvos escolares y ella los adoptó como uniforme durante los más de veinte años en los que trabajó asistiendo a los necesitados en Bahía Blanca.

El Hogar Peregrino San Francisco de Asís aún hoy alberga a niños con discapacidades severas, ancianos solos en el mundo, y es hogar de tránsito para los que necesitan una cama o un plato de comida (en los años ochenta y noventa, se les daba de comer a diario a 7000 personas), entre ellos madres solteras embarazadas, mujeres golpeadas y familias desalojadas.

Su obra solidaria siguió creciendo y se expandió por la Argentina cuando ella se fue de Bahía Blanca para servir en los lugares más inhóspitos del país. Dejó en manos de la Iglesia católica la red asistencial que había creado y, en una casa rodante que le donaron, llevó su amor a distintas poblaciones aborígenes de la Patagonia, Chaco, Mendoza, Tucumán y Formosa.

Se encontró con comunidades en las más extremas condiciones de pobreza. En esas tierras, puso en práctica los conocimientos que había adquirido cuando cursó parte de la carrera de Medicina en la UBA: aplicó antibióticos, asistió a mujeres embarazadas y en trabajo de parto, entre otras tareas.

Enseñó cómo construir viviendas, fundó pueblos, hospitales y escuelas. Esto lo logró sin ayuda económica gubernamental ni personería jurídica, solamente confiando en la providencia de Dios, que parecía manifestarse a través de la ayuda de su grupo de voluntarios “Los del Camino”, de los ciudadanos de Bahía Blanca y de las donaciones.


Natty Petrosino, en una de sus visitas a la comunidad Wichi en Formosa.

Me maravillo y le agradezco a Dios que me usó, pero no siento que haya sido yo. Estar en la selva, atendiendo un parto: me doy perfecta cuenta de que soy un instrumento. Lo que hice fue entregarme totalmente, como me pidió Jesús a través de los sueños. Nunca tengo miedo, nunca me faltó nada para darle a la gente, sigo construyendo y sigo viajando”, afirmó en una ocasión Natty en una entrevista radial.

En algunas oportunidades también viajó por el mundo esparciendo su mensaje de amor y fue galardonada con múltiples distinciones. En la Argentina, recibió varios premios, entre ellos, la Cámara de Diputados de la Nación la reconoció como “Mujer Destacada”, en el marco del Día de la Mujer, y la declararon Ciudadana Ilustre de Bahía Blanca en 2006.

A nivel internacional, fue la “Mujer del Año 2006” en Aosta, Italia.. En el 2009, Natty Petrosino fue nominada al Premio Nobel de la Paz en 2009 y nombrada Embajadora de la Paz en el Foro Internacional por los Derechos de la Mujer en 2013, avalado por la UNESCO. El reconocimiento mundial de su obra la alegra porque ha permitido visibilizar las campañas que realiza y recibir más donaciones.

En España, el mismo año (2013) recibió el premio Jaime Brunet, de la Universidad Pública de Navarra, por su defensa de los derechos humanos. En esa ocasión, el Papa Francisco se comunicó con ella y la felicitó por su labor. Natty había expresado anteriormente su deseo de conocer a su Santidad, sin embargo, rechazó la invitación para viajar a la Ciudad del Vaticano expresando que no quería dejar a los pobres y que no quería “ver tanto lujo". El Papa Francisco se refirió a ella como “la Madre Teresa argentina”. De ahí el apodo por el que hoy en día muchos la reconocen. 

 

Natty en un alto de la ayuda descansaba en un contexto precario, sin privilegios

“Si lo mirás desde cualquier punto de vista, ¿por qué ponerme a mí en este lugar? Yo era la última que hubiera elegido”, aseguró Natty en una entrevista que le hicieron en una radio bahiense. “Lo único que me importaba en ese entonces era broncearme en verano, ser modelo y pasear por el mundo. No sabía lavar un plato. Pero creo que la fuerza de la luz a veces hace esto para que uno tome conciencia de que no es esa persona”.

Para Natty, no hacía falta tener condiciones extraordinarias para hacer el bien; decía que Jesús obraba a través de ella. Y, por eso, sostenía que el mérito no era suyo, era todo de Dios.

A pesar de su avanzada edad, la mujer no estaba vacunada contra el coronavirus porque así lo había decidido ella. Como detalló, estuvo “trabajando entre sidosos y tuberculosos, y en el medio de la selva durante 64 años” sin que nada le pasara.

Aunque no estaba en contra de la vacunación, Natty tenía claro que eso no era algo que quisiera para su cuerpo, y lo explicó de esta manera: “Cuando llega el momento de partir, no hay nada que pueda detenerlo ni cinco minutos más de lo que Dios disponga. Cuando la puerta se abre, los médicos pueden ayudar, pero la partida es inexorable. Que me lo demuestren si no es así. Yo estoy cerca, tengo 83 años, mi vehículo está gastado. Pero estoy feliz y entregada a reunirme con Dios, a encontrarme con mi padre eterno”.

 

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