Fundación Favaloro

Inédito procedimiento con el que neurocirujanos le salvaron la vida a una puntaltense

En 96 horas, la paciente Florencia Neville de 25 años, pasó por una cesárea de urgencia en Bahía Blanca y, en la Fundación Favaloro, un trasplante hepático seguido de un intervención experimental en la cabeza para aliviar la presión intracraneal.

Salud 29/07/2022 Hora: 10:43
Maria Florencia Naville, junto con el equipo de neurocirugía y de trasplante hepático de la Fundación Favaloro, el lunes al recibir el alta Foto: LaNación
Maria Florencia Naville, junto con el equipo de neurocirugía y de trasplante hepático de la Fundación Favaloro, el lunes al recibir el alta Foto: LaNación

María Florencia Neville no tiene recuerdo alguno de lo que vivió durante dos semanas, a finales de abril, incluido el nacimiento de su beba en un hospital de Bahía Blanca el viernes 22, su traslado de urgencia ese mismo día a la ciudad de Buenos Aires, un trasplante hepático y una cirugía en la cabeza con un procedimiento inédito que le salvó la vida cuando las expectativas de recuperación eran casi nulas. Este lunes, la joven de 25 años se hizo el primer control después del alta en la Fundación Favaloro y vuelve a su casa en Punta Alta.

Intervenciones médicas

Tal como publica la colega en LaNación, en más de 1300 trasplantes hechos en su servicio, con un 8% por falla hepática, Gabriel Gondolesi, jefe de Cirugía General y de Trasplante Hepático, Pancreático e Intestinal de la fundación, destaca que es el primer caso en el que hubo que consensuar el trabajo con el equipo de neurocirugía. “Lo habitual en estos pacientes –señala– es que el trasplante revierta el aumento de la presión intracraneal y, al empezar el hígado a metabolizar las sustancias que provocan el edema cerebral, vaya cediendo y el paciente despierte.”

Pero eso no ocurrió y la presión intracraneal al día siguiente no dejaba de subir. Los neurocirujanos Jorge Mandolesi, Matías Rojas y Francisco Fuertes con los residentes Martín Uranga Vega, Juan Pablo Martínez y Esteban Robledo, del Departamento de Neurocirugía, que seguían a la paciente, estaban en otra cirugía y desde la Unidad de Terapia Intensiva les habían estado avisando que la presión ascendía rápido. Cuando eso pasa, el cerebro va perdiendo capacidad de compensarlo.

“El cerebro siempre está buscando una posibilidad de escape frente a tanta presión y lo peor que puede pasar es que haga un efecto embudo y se enclave, hacia abajo, en el tronco encefálico y eso cause la muerte. Por otro lado, si se le da una vía de escape aguda, con un corte de las meninges, también puede ocurrir que el cerebro salga demasiado por esa herida y después es más difícil cerrarla porque es más invasiva”, explica Rojas.

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En María Florencia, la presión aumentó cuatro veces con respecto del valor considerado normal. “Eso es prácticamente incompatible con la vida”, define Uranga Vega. En ese momento, Mandolesi, jefe del Neurocirugía, propuso aplicar un procedimiento distinto, menos invasivo, al que se suele utilizar para darle más espacio al cerebro hasta lograr que los medicamentos ayudaran a descomprimir la presión. Luego de hacer un corte en el cuero cabelludo de lado a lado para desplazarlo hacia adelante y trabajar en la mitad delantera del cráneo, se retiraría en dos partes para mantenerlo conservado y poder reimplantarlo.

Luego, en lugar de hacer un corte profundo en las meninges, que son las membranas que protegen el cerebro, Mandolesi planteó introducir una modificación a la técnica sin exponer el cerebro: hacer unas ocho incisiones paralelas, de descarga, desde la mitad de la cabeza hacia adelante, solo en la capa superficial de la membrana más rígida (duramadre) para darle algo de elasticidad, como las otras capas.

Con eso, la expansión necesaria para que el cerebro se relaje y descomprima la presión sería pareja, sin el riesgo de que se escape por un solo corte, como la técnica convencional. A la vez, si la técnica daba el resultado esperado, facilitaría reconstrucción posterior del cráneo (craneoplastia). Y todo esto se cumplió. “Con la cirugía, la presión empezó a bajar mientras la paciente permanecía con sedación en terapia intensiva”, dice Rojas.

A los cinco días, el 30 de abril, María Florencia empezó a despertar y demoró unos días en volver a conectarse con el entorno. Su madre, de a poco, por consejo médico, le iba respondiendo solo lo que preguntaba. “En 96 horas, la paciente pasó por una cesárea de urgencia, la colocación de un catéter intracraneal, un trasplante hepático y una cirugía de cabeza”, resume el neurocirujano.

Para todos los médicos, como también coincidirá la paciente, fue una sucesión de pasos que se fueron cumpliendo para lograr un final feliz para la madre y la beba, Aitana Malena, que pudieron reencontrarse recién al mes del parto. Martínez, como sus colegas, destaca la comunicación “desde el primer momento y a tiempo” entre los diferentes equipos desde su atención en Bahía Blanca. Uranga Vega, en tanto, destaca el manejo de los cuidados críticos de la paciente en la Unidad de Terapia Intensiva, que dirige Francisco Klein, jefe del Área Crítica de la fundación y decano de la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Favaloro.

“Sin esos cuidados, las cirugías de alta complejidad no podrían llevarse a cabo”, agrega. Ahí acompañaron a diario a María Florencia los coordinadores de terapia Graciela Tuhai y Luis Pérez Illidge, con los residentes Lourdes Ojeda y Félix Molina.

Los resultados obtenidos los presentarán en el próximo Congreso Argentino de Neurocirugía y Descalzi hará lo mismo, en septiembre, durante el Congreso 2022 de la Asociación Latinoamericana para el Estudio del Hígado.

 

(por Viviana Montenegro VíaPaís y LaNación)

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