La salud en tiempos de la dictadura digital

Todo se ha convertido en un trámite engorroso, de palabras difíciles, términos técnicos, explicaciones que no siempre se entienden, con la aviesa intención de atrasar todo. La burocracia "online" como parte del negocio.

Sociedad 06/12/2022 Hora: 19:19
La salud en tiempos de la dictadura digital
La salud en tiempos de la dictadura digital

Por Omar López Mato*

"Vaya a la página", "baje la app", "lo encuentra en internet", "llene el formulario desde la aplicación". "Deme su clave", "cambie su clave"... Les suena ¿no? El mundo se ha digitalizado a una velocidad que supera al proceso evolutivo.

La radio demoró varias décadas en diseminarse por el mundo, la TV lo hizo en apenas 15 años, internet demoró menos aún, y esta expansión fue asistida por empresas y estados  que pretendían economizar recursos (¿lo hacen?).

Este proceso implementado a fuerza de decretos gubernamentales  o disposiciones de empresas privadas, obliga a personas habituadas al trato humano -con los problemas y ventajas que esto puede acarrear- a comunicarse con máquinas programadas en secuencias que no siempre se entienden, ni guardan lógica y suelen caer en perseverantes "indisposiciones", como la  famosa y temida expresión "se cayó el sistema", declaración apocalíptica que nos enfrenta con un Armagedón cibernético.

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Creo que todos, jóvenes y mayores, experimentados cibernautas y analfabetos digitales, hemos experimentado ese sudor frío que corre por nuestra espalda cuando una voz metálica nos anuncia el colapso del sistema, sin mayores precisiones. Entonces pasan por nuestra imaginación las consecuencias catastróficas de este extravío en un laberinto de circuitos inescrutables para nuestros rudimentarios conocimientos que comenzaron hace apenas 30 años con una Comodore 64.

Hoy hasta el celular más simple tiene más memoria que aquellas primeras máquinas, tan sabias y tan idiotas y perversas a la vez. Criados en los años de la Guerra Fría, una generación que cría canas -si es que aún conserva algún cabello- tememos apretar el botón equivocado que borre nuestra identidad, nuestros ahorros y nos impida completar el  trámite que necesitamos para acceder a nuestro servicio de salud. 

La vida y la muerte se juegan en una tecla equivocada... o no, porque muchas veces, muchísimas más veces de lo que creemos, el programa, el sistema o el algoritmo está mal... y no siempre por errores inocentes o confusiones del programador.

En esas páginas, app y/o aplicaciones que nos ordenan abrir como único camino a la salvación, podemos encontrar una cantidad de opciones que nos abruman. Y, aunque tengamos la suerte de  sortear el comienzo (también hay que tener suerte porque hay horas pico donde nada funciona), habrá algún momento en que, por una razón ajena a nuestro entendimiento, el trámite se traba, no avanza y, como en el juego de la oca, retrocedemos uno o diez casilleros.

Es entonces que nos perdemos en el ciberespacio o extraviamos lo que nos queda de orgullo y admitimos que somos ignorantes digitales, con la misma vergüenza que reconocer que somos analfabetos. Entonces recurrimos a uno de esos "nativos digitales" que se criaron tomando el biberón y jugando con el celular de sus progenitores. Y además debemos soportar una mirada de condescendencia desde sus alturas cibernéticas.

¡Cómo extrañamos ese mundo de lápiz y papel, ese formulario que se resolvía con algo de  paciencia. llenando el cuadradito adecuado! ¡Cómo extrañamos esos días cuando teníamos una duda y la podíamos allanar con una respuesta emitida por un ser humano de carne y hueso presente, más o menos solícito, más o menos cordial, pero tangible y real!

¡Cómo extrañamos cuando alguien te atendía del otro lado del teléfono sin tener que discar 38 opciones o números de 18 dígitos!

Este laberinto kafkiano llegó a los bancos, a la burocracia estatal y ahora a la salud que pretende cambiar el trato personal por algoritmos. Lo que antes se hacía con un sello hoy es una prolongada agonía de mails, pdfs, planillas de Excel y notas y más notas. Las exigencias del sistema de salud llegan a vericuetos impensados, plataformas distintas para cada administración, más requisitos redundantes y esperas indignas. Y lo peor del caso es que no mejoran el servicio ni las prestaciones y los tiempos de autorización se duplican. 

¿Es una medida bien intencionada o es una forma de atrasar una prestación? Gran parte del negocio de la salud hoy pasa por el financiero y "time is money"... así son los atrasos a los prestadores de 30/60/90/120 días.

Antes, una autorización era un papel, entregado por una persona a otra persona. Hoy es un expediente perdido en el ciber espacio. Muchas veces uno llega a preguntarse si el sistema es tan inteligente ¿por qué vuelven a pedir los estudios una y otra vez? ¿por qué tanto ejercicio literario con las historias clínicas? Todo se ha convertido en un trámite engorroso, de palabras difíciles, términos técnicos, explicaciones que no siempre se entienden, con la aviesa intención de atrasar todo. Y si hay una queja o una pregunta no hay ser vivo que lo recepcione y la solicitud se convierte en un acto incierto con una seguidilla de  "apriete 1", "apriete 6", "apriete #" y después un silencio atronador y "da capo" volvemos al " apriete 1... 

Este mundo digital se ha convertido en un barrio peligroso, con virus que parasitan nuestras máquinas, con hackers que corrompen el sistema, con estafadores que se adueñan del dinero que existe en esta virtualidad, con ladrones de códigos y claves... un mundillo difícil aún para expertos.

Pero, sobre todo, está el paciente, el señor añoso que desarrolló su vida en otro ámbito, ajeno a reclamos, pantallas y "ratones" que está perdido en un mundo de circuitos encriptados y además está enfermo, desvalido, no ve bien, no escucha bien y, muchas veces, no tiene a quien recurrir o no quiere recurrir, porque también tiene su orgullo: "Soy mayor, no soy idiota", reclamaba días atrás Carlos San Juan, un español, médico jubilado, de 78 años que juntó las 650.000 firmas para cambiar el sistema de atención bancaria en España. Ahora, el mismo Dr. San Juan nos advierte que la salud corre un peligro mayor porque en la salud se juega la vida. De no cambiar está política de todo "online", gran parte de la población que no pudo o no quiso adentrarse en el mundo digital quedará excluida del sistema de salud que ya, de por sí, tiene varios problemas que exceden el motivo de esta nota.

Y lo peor del caso es que no dan otra posibilidad: todos debemos bailar con la música que ellos eligen, al ritmo que ellos escogen. Caemos en una dictadura de órdenes, de fechas, de horarios, de vencimientos, despuestas por los mismos burócratas quienes, para colmo, tampoco entienden el sistema, pero disponen su continuidad en salvaguardia de sus intereses, sin comprender que ellos, a la larga, también serán víctimas de esta dictadura. 

La inefable Mafalda hace décadas atrás, cuando no existía esta parafernalia cibernética, pedía "Paren al mundo que me quiero bajar".

Hoy hay muchos que desean bajarse, añorando esos tiempos en los que todo comenzaba con un "por favor " y concluía con un "gracias " dichos por un congénere.

Demos un paso atrás, veamos el cielo y las estrellas e intentemos no hundirnos en este fango digital. 

 

(*La Prensa)

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