“La soberanía alimentaria es un reto y vamos a pelear para conquistarla”
El investigador mexicano Jorge González estuvo en la Universidad Nacional de Quilmes y dialogó sobre sistemas alimentarios, el poder las empresas trasnacionales y su impacto en la salud.
“Una de las cosas más brutales, desde el punto de vista simbólico, es cuando te inoculan el virus de ‘no hay nada que hacer’”, señala Jorge González. El científico de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Magíster en Sociología y Doctor en Ciencias Sociales, arribó a la Universidad Nacional de Quilmes para conversar con autoridades y docentes. Aunque sus temas de interés van desde la epistemología genética hasta las ciberculturas, el discípulo del científico argentino Rolando García conversó con la Agencia de Noticias Científicas de la UNQ acerca de salud, alimentación, y la lucha contra las grandes empresas productoras de ultraprocesados.
Jorge González, investigador de la Universidad Nacional de México (UNAM). Créditos: Magalí Sánchez / Agencia de Noticias Científicas UNQ
-¿Es posible alcanzar la soberanía alimentaria, que los pueblos decidan sobre los alimentos que consumen?
-La soberanía alimentaria es un reto, un horizonte utópico. Es algo que orienta la acción y que de momento no tiene posibilidades de conseguirse en su totalidad. Pero eso no quiere decir que no se pueda conquistar. Quizás no lleguemos nunca, pero vamos a dar una pelea de locos porque, si no tenemos eso, no orientamos la acción.
-Las organizaciones sociales que nuclean a pequeños productores son las que en gran parte traccionan para que esto suceda.
-Todos los movimientos sociales se movilizan en la medida en que hay una especie de prefiguración de algo que yo sé que no voy a ver, pero toda mi acción está puesta para que eso pase. Nadie imaginaba que personas a las que les quitaron las tierras en el sur de Brasil formen una organización como el Movimiento de los Trabajadores Rurales sin Tierra (MST), con políticas claras y miles de militantes.
-Sin embargo hay instalada una sensación de desesperanza y de lucha perdida en torno a la forma en la que nos alimentamos.
-Desde el punto de vista simbólico, una de las cosas más brutales es cuando te inoculan el virus de ‘no hay nada que hacer’. La soberanía alimentaria es un concepto límite, no es posible alcanzarlo en su totalidad porque el tejido de relaciones e intereses es tan complicado e intricado que no hay una acción mágica que lo desate.
-Pero al mismo tiempo hay resistencia…
-Claro, hay un proceso de prefiguración y de construcción de lo bello y de lo bueno, porque lo bello y lo bueno dan esperanza. Si le quitamos la esperanza a este mierdero en el que estamos, hay que volvernos cínicos y ya está. No hay forma de no tomar posición como investigador frente al problema.
Una pandemia letal
-El sistema alimentario dominante, con los ultraprocesados, el marketing y la comida chatarra la cabeza, produjo modificaciones brutales en la forma de comer y esto trajo múltiples consecuencias en la salud.
-El problema es que tenemos una pandemia mundial de obesidad y de diabetes declarado por la Organización Mundial de la Salud. Las enormes empresas de productos ultraprocesados se tragaron a las empresas locales, anularon la competencia e inundaron el proceso de abastecimiento y compra de alimentos con una fórmula química que lo único que no tiene es alimentos.
-Sin embargo, al recorrer las góndolas, todos los productos resaltan sus dosis de vitamina C, zinc y hierro, por nombrar algunos ejemplos.
-Se formó una concepción nutriológica de que los alimentos son micronutrientes: proteínas, vitaminas, minerales, grasa. No, los alimentos son alimentos. Las multinacionales lo saben muy bien y solo fueron entendidas como empresas alimenticias. Sin embargo, también funcionan como vectores culturales y simbólicos.
Guías que despistan
-En este sentido, las guías alimentarias tienen una responsabilidad.
-Las guías alimentarias están hechas para guerreros, no para gente común y corriente. Se nos empacó como si fuera la única verdad científica y todas las guías alimentarias estaban realizadas en función de los micronutrientes, elementos de una matriz alimentaria.
-En 2010 investigadores brasileños propusieron otra pirámide alimentaria en base a una clasificación distinta, que tuvo un gran impacto en su momento.
-En la Universidad de San Pablo elaboraron una guía basada en el grado de procesamiento del alimento y la denominaron guía Nova. Los tipos de clasificación se dividen en cuatro grupos: en primer lugar los alimentos no procesados, en segundo lugar los alimentos que sirven para condimentar y cocinar a los del grupo uno, en tercer lugar los alimentos procesados con hasta cinco ingredientes, y la cuarta categoría son los ultraprocesados, formulaciones químicas llenas de componentes para sabor, olor y textura, que van acompañados de un merchandising brutal que colonizó gobiernos y es un poder macro a escala mundial.
-Una herramienta que se emplea en diferentes lugares es el etiquetado frontal.
-La obesidad hoy es la norma porque cambió la dieta y el acceso a los alimentos. Es un problema gravísimo. No bastan las etiquetas frontales, aunque son una excelente información, porque la gente tiene que ser capaz de generar conocimiento sobre lo que come, lo que se le vende y lo que compra, para que pueda actuar corrigiendo su acción. Sin embargo, a partir del etiquetado frontal en México, varias compañías tuvieron que adecuar sus alimentos para que les quitaran al menos un sello de los cinco que tenían.
-Es un panorama complejo porque la desnutrición y la malnutrición aumentan al mismo tiempo.
-Curiosamente, hay más diabetes en los países más empobrecidos. La malnutrición es brutal y genera conductas horribles, enfermedades metabólicas de muchos tipos que son complejas. Los estudios de los intestinos, las interacciones de la biota intestinal con el cerebro, indagan cómo las malas digestiones afectan tu percepción de las cosas.
Agencia de Noticias Científicas de la Universidad de Quilmes