Mal Puntaje: los productores argentinos obtienen un 6 sobre 10 en sustentabilidad
Un trabajo de FAUBA, AAPRESID, los grupos de CREA y el INTA evaluó cuán sustentables son los establecimientos de todo el país. La encuesta indagó en rotaciones, fitosanitarios y salud del suelo, entre otros aspectos. El valor más bajo se registró en el eje social.
Por Sebastián Tamashiro
A partir de la revolución verde, la producción agropecuaria argentina aumentó su superficie y se intensificó, y como resultado, la productividad se elevó. Sin embargo, también crecieron los problemas ambientales asociados a la actividad.
En este marco, una encuesta de la Red de Estudio de Sistemas (RedES), un espacio integrado por Facultad de Agronomía de la UBA (FAUBA), AAPRESID, AACREA e INTA, evaluó las prácticas de agroecosistemas extensivos del país. Las más de 170 respuestas indicaron un nivel de sustentabilidad del 60% y los mejores resultados provinieron de Buenos Aires y de Córdoba. Entre otros aspectos, la información muestra que muchos productores rotan cultivos y pocos controlan el trabajo de los contratistas.
“En las últimas décadas, la agricultura argentina se intensificó de la mano de variedades modificadas genéticamente para resistir plagas y herbicidas, entre otras variables. Si bien permitieron expandir la frontera agropecuaria e incrementar la productividad, también acarrearon diversos síntomas de deterioro ambiental como la degradación de suelos y la reducción de la biodiversidad. En este sentido, surge la necesidad de monitorear los impactos y el nivel de sustentabilidad de las producciones del país”, señaló Karen Kazlauskas, ingeniera agrónoma de la FAUBA e integrante del equipo técnico de RedES.
A partir de 57 preguntas, Kazlauskas y el resto del equipo evaluaron cuán sustentables son las prácticas que usan los establecimientos agrícolas de la Argentina y sumaron puntos aquellas que, por ejemplo, aportan a incorporar procesos biológicos y ecológicos —como la regeneración de suelos y la fijación de nitrógeno—. Entre otros puntos, preguntaron por la rotación de cultivos, el tipo de fitosanitarios que usan y si monitorean el estado del suelo. Además, recabaron información sobre la ubicación, la superficie y otras características de los establecimientos agropecuarios.
Entre 2020 y 2022, recibieron 170 respuestas desde todo el país. El 70% vino de Buenos Aires y Córdoba, y el resto, de Santa Fe, Entre Ríos, Corrientes, San Luis, La Pampa, Chaco y Santiago del Estero. “En promedio, el nivel de sustentabilidad fue de 6 sobre 10 considerando las tres dimensiones —la productiva, la social y la global, una combinación entre anteriores —, con una variabilidad alta”, destacó Kazlauskas.
“Si analizamos por regiones, encontramos que Buenos Aires y Córdoba presentaron los mayores niveles de sustentabilidad, y Santa Fe, los valores más bajos en las 3 escalas. Las otras provincias se ubicaron en un punto intermedio”, agregó.
Por un lado, hay un grupo grande productores que rota cultivos, los fertilizan e inoculan, rota fitosanitarios y ya no usa los de banda roja —los más tóxicos—, y tiene una dirección técnica-profesional de los campos. Por otro lado, hay pocos establecimientos que eligen pasturas para sus rotaciones, que controlan las decisiones productivas cuando las toma un contratista y que cuentan con un programa de actividades recreativas con sus empleados. Respecto a este último ítem, Karen aclaró que la dimensión social tuvo un desempeño algo menor al promedio.
Los anteojos de la sustentabilidad
Es frecuente que la palabra sustentabilidad aparezca asociada a diversas actividades, prácticas y productos, por lo cual Karen clarificó desde qué marco la definen. “Es una propiedad de los agroecosistemas que resulta de su resiliencia —la capacidad de adaptarse a las perturbaciones externas— y su resistencia —la capacidad de perdurar en el largo plazo— para los ejes ambiental, social y económico. Definimos a las prácticas sustentables como aquellas que sirven para mejorar esos ejes”.
Diego Ferraro, docente de Cerealicultura de la FAUBA y director del trabajo de Kazlauskas, resaltó que la encuesta nacional como herramienta de diagnóstico de la sustentabilidad fue clave por dos razones. “Primero, por considerar directamente las acciones de los productores, y segundo, por involucrar a quienes toman las decisiones en los campos. Así, aumentamos las chances de transferir el conocimiento que generamos en la investigación”.
Además, señaló que desde RedES van a estudiar los grupos más contrastantes, los que mayor y que menor sustentabilidad obtuvieron en la encuesta, para monitorear su performance productiva. “Vamos a visitar los establecimientos para conocer su estado real. Queremos medir la sustentabilidad asociada al eje ambiental —como el grado de captura de carbono— y al social —como la capacidad de generar puestos de trabajo—. La idea final es unir ambas actividades y chequear si los productores que adoptan prácticas sustentables también tienen a sus empresas con una salud adecuada”.
Para finalizar, Ferraro contó que también están desarrollando una plataforma para que los propios productores puedan evaluar el nivel de sustentabilidad de sus prácticas y ajustarlas cuando sea necesario.