JANE GOODALL

"El efecto acumulativo de miles de acciones éticas puede ayudar a salvar el mundo"

A sus 90 años, luego de una vida de inmenso trabajo científico y conservacionismo animal, la ambientalista continúa trabajando para transmitir un mensaje de compromiso con el presente y futuro del planeta. Visitó la Argentina y compartió las razones para cultivar la esperanza.

Sociedad 24/08/2024 Hora: 12:28
"El efecto acumulativo de miles de acciones éticas puede ayudar a salvar el mundo"
"El efecto acumulativo de miles de acciones éticas puede ayudar a salvar el mundo"

Jane Goodall atesora una historia de vida singular. A comienzos de los años sesenta, desafió todo lo que se esperaba en su tiempo no solo de una mujer, sino también de una persona de ciencia. Hoy, a sus 90 años, este ícono global de la conservación de la vida animal sigue viajando por el mundo con el propósito de transmitir, a través de su historia personal y su conocimiento científico, un mensaje de esperanza. En tiempos en que abundan las malas noticias, el desaliento o la indiferencia, Jane Goodall visitó Argentina y dejó en las mentes y corazones de quienes pudieron escucharla una semilla de confianza.

“Llévenme a la selva”, le dijo a sus colaboradoras del Instituto Jane Goodall apenas llegó a la provincia de Misiones, donde visitó las Cataratas del Iguazú y fue nombrada guardaparque honoraria. En Buenos Aires, dio una charla de más de dos horas para 2500 personas que la escucharon con entusiasmo y hasta le cantaron el feliz cumpleaños.

Ternura, simpatía y humor, Jane sabe cómo ganar la atención de un público de todas las edades.

Como parte de su apretada agenda en Argentina, Jane Goodall participó de una recepción organizada por Kristy Hayes, la embajadora británica en Argentina, en los salones del Palacio Madero Unzué, adonde pudo asistir Sophia. Allí llegó Jane el jueves 15 de agosto por la mañana, dando pasos cortos pero rápidos, vestida de forma sencilla: zapatillas deportivas, pantalón beige, polera celeste y una pashmina a tono. De pie frente a una audiencia de periodistas y líderes ambientales, con su mono de peluche Mr H en brazos, al que lleva a todas partes desde hace 32 años, Jane saludó los buenos días con los sonidos que aprendió de los chimpancés y compartió su historia y las razones que tiene para mantenerse esperanzada.

 

Una niña que soñaba

Como tantas historias, esta comienza con una niña soñadora. Jane Goodall nació en 1934 y su infancia transcurrió en Bournemouth, en el sur de Inglaterra, durante la Segunda Guerra Mundial. Pasaba largas horas contemplando la naturaleza que la rodeaba, trepando árboles, recolectando bichos, mirando cómo ponían huevos las gallinas o jugando con su perro. Sus libros favoritos eran Tarzan y Dr. Dolittle y a los diez años decidió que, de grande, iba a viajar a África, estudiar la vida de los animales y escribir libros sobre ellos. “Las personas adultas se reían y me decían que una niña no podría nunca hacer eso, que África era un lugar peligroso. Excepto mi madre, Vanne, ella me dijo que si realmente lo deseaba, iba a tener que trabajar mucho y aprovechar cada oportunidad”, contó.

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La joven Jane, apasionada por observar la vida de los chimpancés, se internó en las profundidades de África (foto: JGI, Judy Goodall).

Al cumplir 18 años y sin poder costear la universidad, Jane optó por un curso de secretaria para comenzar a trabajar. Con el dinero ahorrado, pagó el pasaje para visitar la granja de una amiga que vivía en Kenya. De esa manera logró, en 1957, llegar a África y dar el primer paso hacia su sueño. En Nairobi, pidió una entrevista en el Museo de Ciencia Natural con Louis Leakey, un famoso paleoantropólogo, quien justo se acababa de quedar sin secretaria y decidió contratarla.

“Finalmente, ese aburrido curso de secretaria, ¡fue lo mejor que pude hacer!”, recordó Jane. Durante un tiempo, Jane trabajó cerca de Louis Leakey, visitó excavaciones y se ganó su confianza. Leakey estaba interesado en comprender cómo eran los ancestros de los seres humanos, y para eso, le propuso a Jane estudiar el comportamiento de los chimpancés, en Gombe, Tanzania. Los chimpancés son los primates más cercanos a los seres humanos, compartimos el 89,7% del ADN. Sin embargo, la ciencia no los había estudiado hasta ese momento en detalle en su vida salvaje. ¿Por qué un científico prestigioso como Leakey decidió confiar ese ambicioso proyecto a una joven sin estudios universitarios? Precisamente porque buscaba una mente abierta, libre de prejuicios. Leakey había observado la tenacidad de Jane y su pasión por los animales, y decidió que era la persona indicada para esa misión.

“En aquel momento, 1960, Tanzania era Tanganica, protectorado británico, y el gobierno dijo que no iba a permitir que una mujer blanca fuera sola a la selva, que tenían que conseguir alguien que me acompañara. Así fue como mi mamá se ofreció como voluntaria en esa primera expedición a Gombe”, contó Jane, agradecida a su madre por haberla apoyado y por aceptar ser parte de esa aventura.

Por sus estudios en el corazón mismo de la jungla, Jane Goodall se ganó un lugar de prestigio en el ambiente científico (foto: JGI/Hugo van Lawick)

Durante esa expedición, Jane Goodall realizó un hallazgo que cambió el paradigma científico sobre los animales hasta ese momento. A partir de su observación del comportamiento de los chimpancés, descubrió que estos animales utilizaban herramientas, algo que hasta ese momento se consideraba una habilidad que solo los seres humanos habían desarrollado. Además, su investigación permitió conocer más sobre la vida social de estos animales y comenzar a desarrollar la idea de que tenían emociones y personalidad.

La National Geographic Society decidió financiar la continuidad de la investigación y envió al fotógrafo y realizador de documentales Hugo van Lawick a registrar su trabajo. La convivencia en la selva pronto se transformó en un vínculo más profundo, y en 1964, Jane y Hugo se casaron. El documental Jane, de Brett Morgen, compila más de 100 horas de filmación que muestran cómo era la vida del matrimonio en Gombe, las dificultades que atravesaron y los asombrosos hallazgos sobre el comportamiento de los chimpancés que lograron capturar.

La investigación de Jane se volvió tan relevante que en 1966 pudo obtener su doctorado en etología (la rama de la biología que estudia el comportamiento de los animales) en la Universidad de Cambridge, a pesar de no haber realizado una carrera de grado.

La activista, convertida en una voz y líder referente en temas ambientales, viaja por todo el mundo para compartir su mirada esperanzada sobre el futuro (foto: Rajah Bose / Gonzaga University).

De científica a activista

“Pasé los mejores años de mi vida en Gombe, estudiando los chimpancés, me podría haber quedado allí por siempre, pero en 1986, todo cambió para mí”, recordó Jane. Ese año, participó de un congreso en el cual pudo conocer cómo avanzaba la deforestación en África y cómo las poblaciones de chimpancés en ese continente se estaban reduciendo. Además, comprendió que las áreas de biodiversidad estaban quedando aisladas, lo cual amenazaba la supervivencia futura de esta y otras especies. “En ese momento me convertí en activista. Entendí que para proteger a los chimpancés, necesitábamos también ayudar a las personas a ganarse el sustento sin destruir el medio ambiente”, contó.

Con esta visión integral, Jane Goodall creó el programa “Tacare” (por el juego de palabras en inglés “take care”, cuidar), que buscaba el bienestar tanto de las personas como del medio ambiente. Al trabajar con las comunidades locales, se enfocó en restaurar la fertilidad de la tierra, reforestar áreas degradadas, brindar oportunidades educativas a las niñas a través de becas y fomentar el desarrollo económico local mediante microcréditos. Esta perspectiva holística, que vincula la conservación de la naturaleza con el desarrollo humano, representa uno de los mayores legados de Jane Goodall.

“¿Pero de qué sirve todo esto si no logramos que las nuevas generaciones sean más sabias que sus padres?”, se preguntó Jane a continuación, y entonces nació Roots and shoots, su programa educativo para jóvenes, hoy presente en 70 países. Desde entonces, Jane trabaja para hacer llegar su mensaje a los jóvenes y generar conciencia en todo el mundo.

En su charla en Buenos Aires, Jane saludó en el escenario al fotógrafo argentino Nicolás Marín, de 24 años, quien en 2023 fue elegido como explorador NatGeo (al igual que Jane 60 años atrás).

Cuatro razones para la esperanza

La extraordinaria fortaleza y la singular visión de Jane Goodall la han convertido en un símbolo de esperanza a nivel mundial. En 2002, fue nombrada Mensajera de la Paz de la ONU y desde entonces, recorre el mundo inspirando a millones de personas. “Sé que vivimos tiempos oscuros, cada vez más personas se sienten desesperanzadas. La ventana de tiempo que contamos para actuar frente al cambio climático y la amenaza a la biodiversidad es corta, pero tenemos motivos para cultivar la esperanza”, dijo Jane. Estos cuatro pilares, que repite en cada una de sus charlas, se han convertido en su legado: una invitación a actuar y a construir un futuro más sostenible.

Jane está acostumbrada a dar charlas multitudinarias, como la que dio para 2500 personas de todas las edades en el Centro de Convenciones de Buenos Aires el pasado 15 de agosto. Durante más de dos horas, de pie, sin apuntes ni signos de cansancio, compartió sus cuatro razones para cultivar la esperanza y una vez más demostró su habilidad para conectar con su público, hacerlo reír y emocionar.

“La primera es la resiliencia de la naturaleza. He visto con mis propios ojos cómo en aquellas zonas de África que estaban deforestadas, allí donde se tomaron acciones, la naturaleza volvió a florecer. Aquí mismo en Argentina se está trabajando en sostener los corredores ambientales y la naturaleza se está recuperando; animales en peligro de extinción están teniendo una nueva oportunidad”, explicó.

Durante su visita a la provincia de Misiones, Jane Goodall fue nombrada guardaparque honoraria (foto: Laila Goudard, IJG Argentina).

El segundo motivo de esperanza que propone es el poder de la juventud, las nuevas generaciones que ya están caminando el mundo.

“El tercer motivo de esperanza es el asombroso intelecto humano, esa parte del cerebro humano que puede razonar y resolver problemas, que nos hace únicos. Observen que hablo de intelecto, no de inteligencia, porque: ¿qué especie inteligente destruiría el mundo que habita?”, continuó Jane, provocando los aplausos de la audiencia.

“Y la última, es el indomable espíritu humano, ese que impulsa a las personas a superar obstáculos que parecen imposibles. Este espíritu está en todos nosotros, cada uno está en posición de hacer una diferencia. Tenemos una ventana de tiempo para actuar, pero esa ventana se está cerrando, debemos tomar acción ahora. El efecto acumulativo de miles de acciones éticas puede ayudar a salvar y mejorar el mundo para las generaciones futuras. Usen ese espíritu que está en cada uno de ustedes”, cerró Jane su conferencia.

Jane Goodall no ignora la dificultad del tiempo que nos toca vivir como humanidad. En sus primeros meses en Gombe, observando a los chimpancés, atravesó muchos momentos de desaliento. “Pasaban las semanas y los chimpancés seguían alejándose de mí. No estaba aprendiendo nada y temía fallar”, contó. Sin embargo, no abandonó su tarea y, de a poco, se ganó la confianza de los animales. Hoy, su legado nos inspira a seguir adelante, a no rendirnos ante las adversidades. Jane nos enseña que la esperanza es un acto de resistencia, una elección que hacemos cada día.

 

Por Noel Álvarez / Revista Sophia

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