Arancelar las universidades públicas: un modelo que pone en riesgo a la educación superior
En la víspera de una nueva marcha universitaria, especialistas destacan el modelo argentino y reflexionan sobre las consecuencias de esta medida.
El miércoles se realizará la segunda marcha federal universitaria y el gobierno nacional despliega diferentes estrategias que van desde el diálogo con rectores y sindicatos (donde ofrecieron un 5,8 más al aumento estipulado del uno por ciento para octubre), hasta avisos que reflotan viejos debates ya saldados. En este tablero, una de las fichas que mueve el Ejecutivo está ligada a la idea del arancelamiento las Casas de Altos Estudios. Si bien el presidente ya lo viene anunciando desde antes de su candidatura, en este contexto, es una opción que vuelve a tomar fuerza. Así, los fantasmas de la discriminación, el endeudamiento y la educación para pocos reaparece, y tiñe de sombra no solo el futuro de miles de personas, sino el futuro de un proyecto de país determinado. ¿Cómo funcionan las universidades y los países con educación superior arancelada? ¿Es posible aplicar esta medida en Argentina? ¿Qué impactos tendría? Para responder estas preguntas y abrir otras, la Agencia de Noticias Científicas de la Universidad Nacional de Quilmes dialogó con dos especialistas en la materia.
“Me parece que la sociedad entiende que arancelar las universidades sería excluyente para un sector amplio de ella. Ya está quedando un montón de gente afuera por los costos de viajar, tener apuntes, comer y otras cuestiones. Imaginémonos, en el contexto recesivo actual de la economía, el impacto que podría tener sobre un montón de estudiantes de todas las universidades del país”, resalta Roberto Abdala, director de la Licenciatura en Educación de la Universidad Nacional de Quilmes.
En la misma línea, el investigador del Conicet Guillermo Ruiz advierte que es algo inadmisible, tanto desde el punto de vista normativo como desde el punto de vista político: “No deberían implementarse los aranceles si no se modifica la Ley de Educación Superior donde se establece que la educación universitaria es gratuita y de ingreso irrestricto. Además, el efecto sería bastante negativo porque el sistema tendría pocos ingresos y no resolverían el problema de financiamiento del sector”.
Modelo incomparable
En casi toda América Latina y en Estados Unidos, la educación superior es arancelada. Aunque la universidad sea estatal, no significa que la persona que estudia allí no tenga que pagar una cuota para acceder y aprender en ella. Por eso, el sistema argentino no puede compararse, ya que se trata de un modelo gratuito y de ingreso irrestricto.
Sin embargo, más allá de lo económico, otra cuestión fundamental que existe en el país y que lo diferencia del resto es que cada estudiante puede elegir qué carrera quiere estudiar y en qué universidad. No hay exámenes niveladores ni ordenadores. Es decir, no hay selectividad, no hay cupos, ni tampoco pruebas de ingreso tanto para locales como para extranjeros.
“Colegas de otros países lo ven muy extraño, no pueden creer que tengamos la libertad de terminar la escuela secundaria para elegir qué y dónde estudiar. Yo puedo terminar con un promedio de siete y elegir estudiar medicina en la UBA o en La Plata. Eso en la mayoría de los países es casi imposible porque hay exámenes que ordenan dónde puedo ir a estudiar yo, y qué carreras. En el caso de Estados Unidos, hay que postularse y la universidad también tiene que aceptar la solicitud. Más allá del arancel, el estudiante tiene que mostrar cómo rindió y qué credenciales tiene para acceder”, explica Abdala.
En este sentido, Ruiz da cuenta que, el modelo argentino se explica por la historia de la educación universitaria en el país y por el reconocimiento constitucional que la consagra como derecho humano. “Nuestra constitución taxativamente establece en el inciso 19 del artículo 75 los alcances que tiene la educación en todos los niveles como gratuita, basada en los principios de igualdad real, de oportunidades y de equidad”, detalla.
Cuidar lo que enorgullece
En este contexto económico, donde más de la mitad de las personas es pobre, arancelar las universidades le cerraría la puerta a cientos de miles de estudiantes. Uno de los argumentos que esgrimen desde el oficialismo son las bajas tasas de egreso.
Sin embargo, las comparaciones con otros países no son posibles porque en Chile o Brasil, por ejemplo, solo acceden a las universidades aquellos que tienen condiciones mucho más favorables para estudiar y egresar. Argentina, al tener un modelo más inclusivo, permite el acceso a sectores y personas que, por sus circunstancias de vida, tardan más años en egresar.
A pesar del reconocimiento que tiene la educación como derecho humano, ni siquiera con este sistema gratuito e irrestricto todas las personas pueden acceder. “Este año a nuestros estudiantes le cuesta mucho llegar a la universidad. Así que, sumarle un costo adicional como es pagar mensualmente sus aranceles, con toda la historia que tuvo nuestro país contraria a la educación arancelada en el nivel universitario, es incorrecto”, subraya el investigador del Conicet, docente de Política Educacional en la UBA.
Al respecto, el director de la licenciatura en Educación de la UNQ resalta: “Arancelar las universidades es crear una sociedad más desigual, más pobre a nivel intelectual e incluso económico. Significa una sociedad de elites donde solo algunos estudian. Sería un retroceso terrible porque, a pesar que algunos dicen que este gobierno va a pasar, reconstruir siempre es más difícil que destruir. Hace falta una solidaridad social amplia y es fundamental que sostengamos a la universidad pública para que siga enseñando con calidad”.
Y continúa: “El sistema universitario nacional público y no arancelado es un orgullo por la cantidad de científicos argentinos que se destacan en distintas áreas, que trabajan en otras latitudes, que son reconocidos y que producen conocimientos”.
Nota de Nicolás Retamar en Agencia de Noticias Científicas UNQ