CRIANZA

Cumpleaños infantiles: entre la exageración y la mesura

De un tiempo a esta parte, los festejos de los chicos se complejizaron y hoy se replica un formato exigente. El desafío es encontrar el punto medio para no perder de vista la alegría de celebrar en compañía.

Sociedad 07/06/2025 Hora: 12:49
Cumpleaños infantiles: entre la exageración y la mesura
Cumpleaños infantiles: entre la exageración y la mesura

A la nena se la ve salir de adentro de una torta gigante que se eleva y se va plegando mientras aparece la protagonista de la fiesta. Tiene puesto un vestido rosa con volados y se abraza un peluche de Hello Kitty. Baja por una escalinata y al hacerlo, posa para las fotos. Luces de colores iluminan la situación. Su mamá y allegados la esperan al lado de una torta blanca de dos pisos decorada con motivos de My Melody, un locutor arenga para cantar el feliz cumpleaños. La nena sonríe tímidamente y al hacerlo deja ver una dentadura en transición que combina dientes de leche con dientes definitivos. Dos bengalas blancas se disparan arriba de la torta gigante. Aplausos y más fotos.

La chiquita es hija de una famosa modelo argentina y el video circula entre millones de celulares desde la cuenta de Instagram de una revista de chimentos, quizás reforzando una tendencia y fogoneando un modus operandi generalizado en el festejo de los cumpleaños infantiles que parece haber llegado para quedarse: el del exceso.

No importa la clase social, el tamaño de la familia o la edad del agasajado. Festejar un cumpleaños infantil se convirtió en una empresa cara y exigente que suele dejar a los niños sobreestimulados, y a los padres, agotados y empobrecidos.

“Los cumples infantiles fueron escalando de a poco, como disimuladamente. Hubo un cambio enorme de lo que eran los cumpleaños cuando yo era chica hasta ahora, con mis hijos. Antes los cumples por lo general eran sencillos, juegos clásicos, alguna animadora, alguna prima que ayudaba, juegos del paquete y carreras de papa que no requerían de plata. La bolsita tenía algunos caramelos y no mucho más”, dice Sofía Chas, licenciada en Orientación Familiar, autora de libros infantiles y mamá de cuatro chicos. No es la única experta que advierte la superabundancia en materia de festejos infantiles.

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Pocos meses atrás, el psiquiatra, psicoterapeuta y especialista en temas de crianza Lucas Raspall posteó en sus redes una imagen de una niña festejando su cumpleaños y a su alrededor los hexágonos que se utilizan para etiquetar los alimentos: “Exceso en estímulos. Exceso en azúcares. Exceso en ruido. Exceso en gastos. Exceso en reglas”, decían los hexágonos. Abajo de la imagen, un texto de su autoría: “Festejos de cumpleaños en serie, todos iguales, impersonales, a las corridas, saturados de dulces y comida chatarra, estímulos que aturden y actividades regladas. Por razones diversas, la falta de lugar propio, la comodidad, la moda o lo que sea, nos cuesta decir que no a este formato”.

De un tiempo a esta parte, los salones para celebrar cumpleaños se multiplicaron y la opción de festejar en casa es casi un acto contracultural. Muchas familias hoy viven en espacios reducidos y los ambientes públicos como parques y plazas muchas veces no resultan seguros, por lo que estos sitios de alquiler, así como las canchitas de fútbol, se volvieron la alternativa posible para celebrar el aniversario de los pequeños y que el asunto quede zanjado en dos horas y media de entretenimiento. Panchos, snacks, golosinas y gaseosa para nutrir las panzas. Si eso se multiplica por los compañeros de escuela, la propuesta puede repetirse hasta unas 30 veces al año.

Resuelto el tema del espacio, infinitas opciones y catálogos de adicionales que abultan el presupuesto y marean a los indecisos se empiezan a desplegar: ¿Con video o sin video? ¿Con inflable o sin inflable? ¿Del hombre araña o de unicornios? ¿De Barbie o de Minnie? ¿Con toro mecánico o sin él? ¿Candy bar? ¿Espejo mágico? ¿Show de magia? ¿Maquillaje artístico?

Atrás quedaron las carreras de embolsados, la búsqueda del tesoro, el juego de la silla y las escondidas. En el mismo arcón de los recuerdos duermen su sueño eterno la espontaneidad y el juego libre, mientras que la vara para los adultos –llamémosle cumpleañómetro– es cada vez más alta. ¿De quiénes son las expectativas? ¿De los niños o de los adultos? Discernir cuándo es mucho, cuándo es poco o cuándo es suficiente se vuelve difícil al momento de agasajar a quienes más queremos.

Los cotillones pasaron de ser reductos para los profesionales de la pastelería a convertirse en centros comerciales con infinidad de productos, desde coberturas de tortas hasta disfraces y papelería descartable. Recorrerlos es sumergirse en un sinfín de propuestas que abruman al desprevenido y diezman los presupuestos. Extraviados entre las góndolas, mamás o papás sin preaviso pueden encontrarse divagando entre las dudas para resolver dos de los tópicos que se volvieron mandatorios en los cumpleaños del siglo XXI: la decoración y la mesa dulce.

Para complejizar el asunto, hoy no hay cumpleaños sin temática ni festejo sin souvenir, entonces, una vez más, las múltiples opciones: ¿Peppa Pig o La Granja de Zenón? ¿Capibara o Mickey Mouse? ¿Hadas o princesas? ¿Merengue o buttercream? ¿Muffins o cookies? Para estas alturas, padres y madres piden, como Mafalda, que paren el mundo, porque se quieren bajar.

“Es excesiva la dedicación en todos los rubros de un cumpleaños hoy en día, se pierde el foco del festejo. Creo que a los chicos los pone cada vez más exigentes, los vuelve más críticos y los hace entrar en una espiral de competencia con sus amigos que no tiene ningún sentido”, reflexiona Sofía Chas. Y desde su lugar de orientadora, sugiere a los adultos que, en lo que a festejos se refiere, vayan despacio, se sienten con sus hijos a pensar qué hacer, qué comer, a quiénes invitar y a qué van a jugar. Chas invita a bajar las exigencias y a tener presente que lo más valioso para los hijos es compartir con ellos el tiempo de preparación.

“El festejo pasa rápido pero las horas que pasamos inflando globos, armando la piñata y preparando masitas queda para siempre en el corazón. Lo más importante no es el cotillón, sino la alegría de compartir esa fiesta juntos. Los chicos pueden divertirse sin tanto, perdamos el miedo a qué va a pasar si tienen tiempo libre, en general sale todo más que bien y los chicos agradecen la libertad en los cumpleaños”.

El psiquiatra Lucas Raspall convoca, desde sus redes, a hacerse estas preguntas: “¿Es necesario tanto? ¿Puede ofrecerse algo más saludable, sin tantos excesos innecesarios? ¿Es posible una propuesta más libre, a fin de que conecten y jueguen? ¿No disfrutaría tu hijo de una reunión más simple e íntima para celebrar su cumpleaños?”.

Cambiaron las épocas y cambiaron las familias. “No cambiaron los chicos –dice Chas–. La sociedad de consumo nos invita y nosotros nos sumamos, sin pensar, sin chequear, porque simplemente es más fácil seguir la corriente que remar para el otro lado”.

Celebrar la vida de un hijo es de las cosas más lindas que pueden tocarle a una mamá y a un papá. La ilusión es enorme, las ganas de compartir también. Los chicos anhelan su festejo y pasar tiempo con sus amigos. Ser el centro de la escena por un ratito. Todo es posible, y no es necesario romantizar el pasado ni intentar volver a un tiempo que ya se fue. Los cumpleaños ya no son como los de antes, e intentar cambiarlo no tiene caso. Pero exagerar tiene sus costos, mientras que la mesura es gratis. 

 

Por Carolina Cattaneo / Sofía

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