Guerra de Software Rural

La maquinaria agrícola es tuya, el cerebro es del fabricante

La marca John Deere lidera un cambio en el sector hacia la computarización. ¿El problema? Muchos agricultores creen que les están dejando atrás.

Agro 29/05/2022 Hora: 15:37
La maquinaria agrícola es tuya, el cerebro es del fabricante
La maquinaria agrícola es tuya, el cerebro es del fabricante

La agricultura se ha convertido en el último campo de batalla de la tecnología mundial y eso no está gustando mucho a los trabajadores del campo. Desde que los fabricantes de maquinaria agrícola, y en especial la marca estadounidense conocida por sus equipos verde y oro, empezasen a colocar tecnología cada vez más avanzada y compleja dentro de sus nuevos modelos.

Su transformación hacia la computarización siguió los pasos de muchos otros sectores, como el de los automóviles, que no han parado de incluir más y más tecnología de punta en la última década. Con la salvedad de que la agricultura es un mundo muy particular, en el que el derecho a reparar y adaptar la maquinaria se eleva a otro nivel.

El movimiento ha acabado en un choque de trenes en el que, por un lado, los fabricantes se han establecido como la punta de lanza de las tecnológicas, buscando acercar sus firmas cada vez más a nombres como Apple o Google, y a sus dinámicas y áreas de negocio. Por el otro, los agricultores han visto cómo su capacidad de reparación y control sobre sus máquinas ha ido mermando. La marca favorita de muchos de los agricultores occidentales se ha vuelto un enemigo que se ha amparado en la tecnología para restarles poder sobre sus productos. Y con ello las demandas se han disparado, también los robos, y los empresarios se han vuelto 'hackers'.

La sofisticación del sector busca, o eso señalan desde hace años los fabricantes, facilitar las labores en el campo y mejorar su eficiencia hasta soñar con la ansiada autonomía total de las máquinas (John Deere ya ha presentado su primer tractor 100% autónomo). Pero entre los productores esta carrera tecnológica (también incluye a otras marcas como New Holland o Massey Ferguson) se ha convertido en un verdadero dolor de cabeza. Una evolución que no cuenta con ellos y los dejan fuera.

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Interior de una cosechadora de John Deere. (Reuters)

En un sector como el primario en el que los conductores son en muchos casos los mismos que reparan buena parte de los problemas que tienen sus máquinas y se popularizan las adaptaciones de los equipos para unas labores concretas, que una empresa controle cada detalle de sus productos choca de lleno con la dinámica de los clientes. 

Tractores, cosechadoras...

Aunque la máquina que mejor representa esto, son las cosechadoras, convertidas en vehículos de primerísimo nivel tecnológico. Algunas llegan a tener una inteligencia que las acerca y mucho a la ansiada autonomía total, pudiendo seguir al milímetro los caminos marcados en los cultivos sin necesidad de supervisión humana. Pero esas bondades también tienen un lado oscuro.

 

Para tener tanta precisión necesitan de, y aquí viene una palabra clave en esta guerra, 'software' propietario y elementos como potentísimos sistemas GPS que al final el fabricante controla y actualiza a distancia, manteniendo bajo llave sus secretos. ¿Qué ocurre? Que por mucho que compres la máquina, su cerebro sigue perteneciendo al fabricante. 

Foto: Reuters.

¿Puede un fabricante bloquear cualquiera de sus productos a distancia hasta convertirlos en inservibles por decisión propia? Este 'software' es la clave de toda la pelea en el campo, al igual que lo ha sido también para Apple o Tesla en sus respectivos sectores. De repente, las máquinas agrícolas necesitan de actualizaciones constantes o de un mecánico oficial para poder cambiar alguna pieza. Sin el beneplácito de la compañía es imposible trabajar con la máquina, aunque la hayas adquirido. ¿Y qué ganan los fabricantes con toda esta guerra que pone en su contra a sus principales clientes y su buena imagen de marca? Nuevas vías de negocio.

¿Por qué todos quieren ser tecnológicas?

El 'software' que complica cada vez más las máquinas es a la vez una fuente de ingresos brutal para los fabricantes. Su control asegura a los dueños nuevos ingresos con actualizaciones, reparaciones o mejoras. Y además, no menos importante, es una fuente clara de datos que ayudará a los creadores a saber todo de sus clientes y qué línea seguir en el futuro.

El caso del campo no es algo diferente a otros entornos. Todas las compañías, da igual el sector, han visto que con el 'software' se abren decenas de áreas de negocio alrededor, formas de facturar más, controlar ese código incluso cuando el producto ya lo has vendido. Así que, aunque no sea necesario, se le pone 'software' a todo. Por qué quedarte solo con sacar dinero de la venta de un equipo cuando puedes tener un ingreso constante de dinero controlando parte de ese equipo.

Hoy en día cada vez más objetos necesitan actualización, los televisores necesitan de actualizaciones constantes y pertenecen solo en parte al usuario. En agricultura hablamos de grandes maquinarias con utilidades específicas y no quiere decir que no sea útil el 'software' en ellas, pero algo que en un punto puede ser bueno, ayudar a automatizar trabajos y hacerlos con más precisión, puede acabar convirtiéndose fácilmente solo en negocio, porque es lo que buscan todas estas empresas. El ejemplo de las 'smart TV' es claro. Te meten un 'software' para hacer inteligente la televisión, tener acceso rápido a distintos servicios, etc. Pero ¿qué pasa? Que, de repente, aparece un anuncio en el menú que no podés quitar. ¿Por qué? Porque la televisión no es tuya, eso lo decide el fabricante que controla el 'software'.

 
El jefe de tecnología de John Deere, Jahmi Hindman, habla durante la presentación del nuevo vehículo autónomo de la compañía en el CES de Las Vegas celebrado en 2022.

Nos han creado una necesidad o lo han revestido de tal forma que parece que todo esto mejora lo que teníamos, y no tiene por qué ser así. Es lo que nos deberíamos preguntar, si todo esto es necesario, si mejora nuestra vida, si ayuda. Porque lo que está claro es que ya está ahí, en cada cosa que usamos o vemos.

La propia John Deere no esconde para nada su paso hacia convertirse en una tecnológica más al puro estilo Silicon Valley. Hasta tal punto llega, que presenta sus novedades en la mayor feria de tecnología a nivel global, el CES de Las Vegas. Es un camino que también siguió desde un principio la marca Tesla, de Elon Musk, conocida como 'el iPhone de los coches' y hay otras que siguen el camino contrario como Apple o Google que pasaron de centrarse en el 'software' a iniciarse en el 'hardware' al ver que la mezcla puede dar grandes beneficios.

 
Su apuesta por este mundo es tan clara que ya se muestran como uno de los gigantes que más lejos han llegado con el desarrollo de la inteligencia artificial. Y después del covid aseguran haber intensificado más el trabajo en este sentido. Creen que con la maquinaría autónoma se puede suplir esa vulnerabilidad. Sustituir a la mano de obra humana por robots que controlen cada máquina agrícola hasta llegar a explotaciones robotizadas. Pero, ¿quién controlaría esos robots? Todo puede acabar dependiendo de la legislación.

 

  
Decenas de cosechadoras John Deere en EEUU. (Reuters)

En Estados Unidos, cuna de John Deere y base de este debate, la guerra es muy cruenta. Ha habido varias demandas cruzadas entre todos los actores para intentar acabar con el problema del 'software', pero la cosa ha llegado tan lejos que se ha generado un mercado negro de código. Muchos agricultores se han convertido en una especie de 'hackers' que, ayudados por colegas ucranianos, otro país clave en lo que maquinaria agrícola se refiere, consiguen piratear el 'software' de sus máquinas para poder reparar y cambiar piezas sin el control férreo del fabricante.

Deere no se ha quedado atrás en la pelea y ha obligado en algunos casos a los propios compradores a firmar contratos que establecen que ellos no son dueños de la máquina que adquieren, sino que tienen una licencia para su utilización de unos 90 años. Incluso pueden saber, gracias a su costoso GPS, si el agricultor ha llevado la máquina a reparar al lugar indicado o no. 

En definitiva, hablamos de una historia que tiene décadas, aunque sigamos sin darnos cuenta de ello porque a veces lo pintan como demasiado técnico o ajeno al usuario que solo acepta y disfruta de lo que adquiere. Lo cierto es que la batalla es por los datos, hoy el valor y el precio fluctúan entre lo real y lo virtual, como la maquinaria agrícola, entre sus prestaciones productivas y recolectoras de información vital e importante para el ojo que todo lo ve.

 

(El Confidencial de España, adaptado por SudOeste B.A.)  

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