Del fin de la historia, o de la historia del fin

"En este texto nos referiremos al poder no solo como un abstracto, sino como al conjunto de instituciones que ejercen asimétricamente su interpretación del mundo, y la imponen a través de sus medios masivos, concretamente, hablaremos de esas compañías que, con la explosión del internet, redefinieron la forma de proyectar al poder a través de su propia proyección y expansión en el ciberespacio"

Sociedad 15/12/2022 Hora: 17:11
Selfie by Steve Cutts
Selfie by Steve Cutts

Por: José Daniel Arias Torres 

Mencionaba Marshall McLuhan que cuando existía un cambio en los medios, el cuerpo social y cultural también se transformaba. Estas transformaciones traen consigo cambios de valores, y generan con ello, crisis sociales que tienden a identificarse como crisis axiológicas en las que los valores imperantes son desafiados por estas nuevas formas socioculturales. 

Históricamente, la evolución y revolución tecnológica es el resultado de la articulación intelectual, de la experiencia técnica, y de la introducción de avances clave en el grueso comunitario, que insertan en la humanidad, una nueva espacialidad y temporalidad a través de la generación de nuevas formas sociales, y de producción de la riqueza.

McLuhan, también mencionaba que la sociedad contemporánea, o lo que otros teóricos como Lyotard calificaban como la posmodernidad, volvía a un estado de retribalización derivada de la virtual eliminación de las fronteras materiales, tanto epistémicas, como materiales, es esta propuesta la que da luz al término “aldea global”, la cual es el alumbramiento de una humanidad que, gracias a los avances tecnológicos que interconectan de forma intensa y extensa a la sociedad,  se encuentra unida como una gran tribu en la que las fronteras territoriales y culturales, dejan de importar en tanto limitantes del flujo de información que permite la luz y electricidad, acompañado de medios de transportes más tradicionales (autos, aviones, barcos, trenes, etc). 

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Así, esta sociedad, deja de estar limitada por un centro político generador de la riqueza, del intelecto y del desarrollo tecnológico, pues el flujo de información, permite que existan diversos centros que coexisten, como una red -el mismo principio que utiliza la era digital dentro del ciberespacio-. A esta era, o momento histórico, se le ha nombrado de diferentes maneras: Aldea global, sociedad de la información, posmodernidad, entre otros adjetivos.

Mi propuesta es que McLuhan acertadamente identificó los elementos clave que definen a la posmodernidad, sin embargo, la “coexistencia” de diversos centros como red, no supone la inexistencia de estos, esto transforma a la humanidad no en una tribu unificada, sino en una tierra de feudos físicos y digitales, en donde cada marca o corporativo es hoy, regente de una territorialidad diferente. 

Por otro lado, me propongo hacer una breve reflexión sobre el estado actual de la cultura hegemónica, las revoluciones técnicas, han permeado en la forma de articular y abstraer las ideas, mi propuesta es que, siguiendo de forma orgánica a la revolución digital, como sociedad digitalizada, producida por la metarealidad, y sus pautas, normas y leyes que rigen el ciberespacio, administradas y creadas por esos corporativos que tienen presencia y gobiernan en esta realidad metafísica, generando un contrato digital asimétrico entre corporativos y usuarios, estamos entrando en una etapa anti-intelectual, de la que la cultura de masas es parte debido a su exposición a los medios de comunicación masivos y redes sociales, los cuales terminan por diseñar a un sujeto-usuario-elector-consumidor pasivo, dispuesto y vulnerable ante las tendencias políticas de todo tipo, impedido de una reflexión ontológica fuera de las líneas oficialistas o hegemónicas, generando con ello, una sociedad hiperpositiva y homogénea, en donde no existe una diferencia ontológica real en las opiniones que en apariencia se manifiestan como diversas, ricas en contenido crítico y tolerantes.

Experimentamos una etapa en la que se hace necesario repensar la forma en que entendemos las Ciencias Sociales y Humanidades, las cuales ya se califican como áreas del saber obsoletas, o como no necesarias para las sociedades del futuro. En esta revolución tecnológica y digital, las élites políticas e intelectuales no han desaparecido, solo se han reinventado y reacomodado en las nuevas formas sociales, son quienes toman decisiones a través del conocimiento tecnocrático, en estas mismas no se involucra a quienes serán los receptores pasivos de ellas. Meta, Instagram, Twitter, Tik Tok, tienen más poder político -entendiendo a la política como la capacidad de ejercer poder y definir momentos humanos de acuerdo a un discurso oficial articulado- que muchas instituciones con las que tradicionalmente se asocia y se limita a la política, y aun así, no existe un modulador cultural que limite las decisiones que redefinen constantemente a la cultura. 

Las Ciencias Sociales y Humanidades, si bien son ciencias y disciplinas que, de forma tradicional, son definidas como elementos que no sirven al poder, en tanto lo cuestionan, y en tanto en cuanto inician a ser de utilidad al poder, se convierten en burdos panfletos, hoy deben de entrar en un estadio de profunda autorreflexión para redefinir su misión en una era que parece prescindir de ellas, o aceptar su agonía.

Cuando se investigan las bolsas de trabajo de los grandes corporativos digitales, los puestos solicitados por las empresas que monopolizan las bolsas, son los referentes a técnicos profesionalizados en TIC´s (Tecnologías de la información) Ingenieros en software, sistemas, programadores, etc.; en el diseño de interfaces amigables para los usuarios y mejoría continua de la cultura laboral interna del corporativo: Diseñadores gráficos, animadores, UX designer; y personal enfocado en la experiencia del usuario con relación a la marca: Mercadólogo, copywriter, storyteller, etc. En otras palabras, estos corporativos producen y definen las relaciones sociales y cultura, sin que reciban un cuestionamiento crítico real de nadie, y sin importar las implicaciones socioculturales que sus constantes decisiones (ya sean personalizadas y definidas por personas reales, o decisiones hechas por algoritmos y servidores) tienen en el grueso social. 

Es en esta realidad que las Ciencias Sociales y Humanidades se desenvuelven, entornos culturales y momentos históricos que, aparentemente, prescinden más de ellas, pero es precisamente en este contexto, que estas se hacen imprescindibles, no para el poder, sino para la humanidad.

En este texto nos referiremos al poder no solo como un abstracto, sino como al conjunto de instituciones que ejercen asimétricamente su interpretación del mundo, y la imponen a través de sus medios masivos, concretamente, hablaremos de esas compañías que, con la explosión del internet, redefinieron la forma de proyectar al poder a través de su propia proyección y expansión en el ciberespacio, y que son hoy, empresas multimillonarias que determinan ontológicamente al ser a través de sus normas, algoritmos, y políticas de privacidad, las cuales tienen por máxima algo más allá de la mera intercomunicación entre personas.

El poder, decía Foucault, no se tiene, sino que se ejerce, y el saber delimitado a ciertas clases, se transforma en poder, en tanto este no es democrático -es decir, no es un conocimiento del que el grueso social sea partícipe- Así, cada decisión, cada actualización en la interfaz de las redes, cada cambio en la política de privacidad, es simbólicamente excluyente y unidireccional, bien es cierto que los cambios son anunciados periódicamente, y que la gran innovación de la web 3.0 fue posibilitar un flujo de información en la que el usuario dejara de ser un receptor pasivo, y se transformara en un emisor activo, la gran promesa de la democratización del conocimiento, hoy resulta una falacia, y es que los aparatos del poder no fueron democratizados, el usuario sigue estando sujeto a los discursos que se gestan desde los diferentes centros- red, coexistentes, es decir, sigue siendo apelado y significado por un discurso virtualmente construido, uno que además, es coherente con las actuales relaciones de dominador-dominado, es decir, el internet no abolió la dialéctica hegeliana, sencillamente la diversificó.

By Steve Cutts

Las Redes Sociales, con la actual dinámica de cancelación que se vive en el interior de ellas, se convierten en estadios metafísicos que contienen una aparente cruzada por lo moral y políticamente correcto, limitando la lucha cultural a un complejo digital de hashtags y mensajes volátiles que tan pronto surgen, son olvidados, la temporalidad posmoderna, es una fugaz. Es cierto, en la red nada es olvidado, y la cantidad de información almacenada en los servidores, virtualmente es para siempre, pero al positivizar todo de esa forma, el destino fatal es que todo, de esa forma, es olvidado, nada apremia, nada es importante, más que el culto al ego.

La pregunta clave es, ¿En qué momento se le dio tanta importancia a las redes? En realidad, el internet y las redes, fueron desde el inicio, enclaves del poder enmascarados de libertad democrática, actualmente son los recintos políticos de personajes públicos, de gobierno, de corporativos, religiones, farándula, y cultura pop en general, la pregunta subsiguiente sería ¿Qué cambió? La respuesta puede tener matices; sin embargo, no deja de ser pesimista, el internet, las redes, son parte, entre otras cosas, de los llamados aparatos ideológicos del poder, acuñados por Althusser, con la diferencia de que estas, forman parte de una burocracia más intensificada y despersonalizada.

No podemos entender la profundidad ontológica de la burocracia, sin leer a Kafka. El escritor checoslovaco hablaba sobre un aparato institucional despersonalizado que deshumaniza, causa ansiedad, y está autosustentado en una serie de procesos que no tienen final y al que el individuo se tiene que someter, dada su impotencia ante ese enorme complejo sin rostro -De ahí el nombre de su novela corta “El proceso”-, la burocracia es inherente a las organizaciones sociales, sin importar el sistema político que claudique o se erija, a pesar de lo infernal que suena eso, la burocracia construida en la literatura de Kafka, sigue teniendo una salida, en tanto los agentes trajeados y anónimos de los sistemas burocráticos, entregan personalmente el mensaje de que uno, acaba de ser encerrado en el laberinto sin fin del Minotauro burocrático, en tanto exista una comunicación, por más asimétrica que esta sea, continúa habiendo una posibilidad de salida. 

Con las Redes Sociales la burocracia se despersonaliza por completo, uno termina encauzado y determinado por el algoritmo, mismo que es una máscara contemporánea del Big Brother, y ante cualquier problema que el usuario tiene, este es remitido a una serie de pasos mecanizada y digitalizada que terminan por profundizar el problema contemporáneo de fondo: La despersonalización de la vida, el desdoblamiento del ser físico-digital, y el desanclaje de la realidad material. En otras palabras, el sujeto deja de ser un individuo, y se convierte en un hiperindividuo, descargado de toda articulación política con otros, y de cualquier posibilidad de apelar las decisiones de un servidor programado para tomarlas, mismas que parecen cada vez más arbitrarias, un hiperindividuo, paradójicamente al ser un habitante fantasma de las Redes Sociales, un espectro que contiene en ese metaverso estático en el tiempo, y sin espacio, solo ciertas tonalidades incompletas, distorsionadas y horrorizadas de su ser real.

La ideología es un producto de su propio tiempo, que al significar masivamente, designifica personalmente. Con el final de la guerra fría, se anunció prematuramente también la muerte de las ideologías, y es en este punto que las Ciencias Sociales y Humanidades ríen, pues la muerte clínica de la ideología, declarada por médicos cansados que quieren dar término a su jornada, es leída por otros, como el nacimiento real de esta, que al ser borrada del quehacer académico y político, de los textos y del habla, se eleva como una ideología determinante en tanto se viste de normalidad y sentido común, y paradójicamente son los que hablan como no ideologizados, apolíticos, morales y políticamente correctos, los representantes más fanáticos de esta misma, y quienes declaran con voces diversas, el triunfo de la ideología. Hemos transitado de una era donde la violencia se hacía visible, a una donde esta, se enmascara detrás de la paz, democracia y entornos libres de violencia.

El cambio en el medio, repercute en el cuerpo social y tiempo histórico, así lo postula McLuhan, de esta tesis, ¿Qué podemos comenzar a interpretar sobre el tiempo contemporáneo? La máxima es clara “mantenlo simple”, ya sea en el mensaje mercadotécnico, en el texto de revista, en el eslogan de gobierno, o en cualquier dimensión de la vida, “mantenlo simple” es una de las facetas de la ideología enmascarada, y no deja de recordar a las palabras que Ray Bradbury en su obra clásica “Fahrenheit 451”, de forma literaria profetizaba con respecto a la humanidad y sus procesos intelectuales, cada vez más pobres, hasta el punto de reducir a grandes ideas y textos complejos, a lo más simple y digerible, haciendo que el pensar se convirtiera en algo prohibido. Por supuesto, este devenir en su obra, era producto de decisiones derramadas en el grueso social, de la misma forma en que las decisiones que toman hoy los representantes de estas redes, terminan por repercutir de forma directa en los procesos sociales e intelectuales de la población.

Todos es diseñado -no pensado-  para la comodidad del usuario, aboliendo de esta forma el reto, o la resistencia que ofrece cualquier pensamiento rico en contenido, en crítica y, por supuesto, en cuestionamiento axiológico, aboliendo el reto que ofrece el descifrar cualquier idea por reflexión propia, nos encaminamos como sociedad occidental a la abolición del pensamiento, en tanto lo que generamos y consumimos en redes e internet es repetición, una que en cada eco, se diluye hasta lo más sencillo, haciendo de la sociedad una que asocia al pensamiento no con la generación de ideas, sino con la repetición de mantras asumidos como propios. En esencia, mantenerlo simple estimula el flujo de información de forma constante, sin obstáculos y sin resistencia, de forma positiva -hablado por Byung-Chul Han a lo largo de sus textos- , algo que resulta imperativo en las sociedades de la información, en las que la información, se hace la principal generadora de riqueza. 

Basta con profundizar un poco en las herramientas/técnicas/conocimientos que, en el marketing digital, ya sea político o comercial, se priorizan y que están profundamente relacionadas con los ecosistemas en donde son aplicados, debido a la exigencia implícita de estos ecosistemas, de ser aplicados para lograr un buen posicionamiento: Conocimientos en SEO (Search Engine Optimization), en SEM (Search Engine Marketing), UX design (User Experience Design), UI design (User Interface Design), en Análisis de Datos (Big Data), Copywriting, y Storyteller.

Podemos definir a las herramientas o conocimientos pasados, como técnicas, y todas ellas persiguen un mismo fin “mantenerlo simple”, concretamente en el caso del SEO y SEM, es la técnica en la que, utilizando ciertas palabras clave en el texto y escribiendo párrafos cortos, los motores de búsqueda le darán prioridad y visibilidad a cierto contenido, y no a otro, en una suerte de premio y castigo por usar palabras tendencia, o no hacerlo. De esta forma, un texto queda reducido a sus palabras, y no a sus ideas, queda reducido a sus imperativos, y no a la reflexión; a la sencillez, y no a la complejidad intelectual. No se persigue ni se construye una idea, se sigue una tendencia.

La serie satírica Rick y Morty, da una buena explicación sobre lo que la máxima mantenlo simple, implica, en el capítulo donde anuncian la galleta Simple Rick, la cual es un producto que contiene como ingrediente primario, a un sencillo y feliz recuerdo que anestesia al sujeto, y que se repite una y otra vez como bucle para hacerlo producto, así, la vida en el entorno digital, se hace cada vez más simple a pesar de sus aparentes complejidades y tensiones al momento de expresar opiniones repetidas, la idea es intercambiada por la palabra, y la imagen-laberinto, explorada por Roman Gubern, por interfaces amigables de caminos señalizados, en las que la atención del usuario, según un estudio realizado por Microsoft, es de ocho segundos, así los eventos históricos, pasan a ser tendencias fugaces que compiten por la atención en entornos saturados. 

Uno deja de ser por sus ideas, y comienza a ser por lo que consume, el consumidor es, actualmente, reconvertido en una persona, esto es una tendencia de la mercadotecnia, la cual percibe que el ser humano contemporáneo persigue experiencias y no solo productos, identidad y no solo placer, esto no habla de una ética mercadológica, ni de una responsabilidad moral, sino, únicamente de nuevas formas de vender. La significación ya no la da una religión, tampoco una ideología teorizada y conocida, sino una marca y sus productos cargados de una narrativa simbólica que apela a la identidad, esta nueva versión de la ideología, va muchos pasos más allá del concepto de ideología del siglo XX, visible y magnánimo, pues esta nueva, es discreta, apersonada como identidad.

Este cambio en los medios, gestado, articulado e implementado sin resistencia o modulación, esta tendencia a simplificar la política, economía, cultura, cuyo devenir algorítmico parece como irremediable, siempre alineado con tendencias que determinan y son determinadas.

¿Qué resultado tendrá en la humanidad? Cuando la idea es reducida a la palabra, cuando la experiencia integral es reducida a la emoción, y cuando la opinión es reducida a una tendencia, la pregunta incómoda que surge es, ¿Qué le espera al ser humano?, ¿Estamos ante el inicio de una era anti-intelectual?

Las Humanidades y Ciencias Sociales, se encuentran ante una encrucijada histórica, en donde su papel puede ser crucial para un redireccionamiento crítico y libre de este devenir intelectual, o nulo, ante su inevitable desaparición en una era que, inquisitivamente anuncia su inutilidad en el futuro, en tanto la historia como lucha, crítica y motor de cambio, desaparecerá en una bruma de simplicidad de lo idéntico.  

 

Artículo de Bloghemia escrito por José Daniel Arias Torres, Licenciado en Relaciones Internacionales por la Universidad Iberoamericana de Puebla, México

 

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