El Aerocar: el excéntrico auto argentino que terminó en chatarra por peligroso

En los años 50, un increíble modelo buscó revolucionar la industria nacional: tenía una hélice en la parte trasera.

Sociedad 21/06/2022 Hora: 09:56
El Aerocar: el excéntrico auto argentino que terminó en chatarra por peligroso
El Aerocar: el excéntrico auto argentino que terminó en chatarra por peligroso

"El Aerocar argentino puede viajar a 100 millas por hora y está siendo considerado para producción masiva en los Estados Unidos", destacó en octubre de 1955 la revista estadounidense Mechanix Illustrated. El prestigioso medio nacido en 1928, que se editó hasta 2001, era una guía de ayuda para construcciones caseras. En aquel número, el artículo titulado "Car with prop" estaba ilustrado con un auto impulsado por una enorme hélice trasera: era el Aerocar, tal vez el modelo más excéntrico que pueda haberse concebido en la industria argentina.

El Aerocar fue un prototipo innovador que a principios de los años 50 diseñaron y construyeron los técnicos Eugenio Grosovich y Gianfranco Bricci. Tenía una carrocería de metal, con dos puertas, capacidad para seis ocupantes y un aspecto aerodinámico con cierto toque deportivo para la época.

Pero surgió revolucionario: en lugar de un sistema de transmisión convencional equipaba una hélice de avión en la parte trasera. Su eje recibía el movimiento del motor Chevrolet de 6 cilindros y 90 caballos, ubicado sobre el eje trasero, a través de una correa trapezoidal.

 

La publicación de Mechanix Illustrated.

Este novedoso sistema, entonces, eliminaba la necesidad de contar con la caja de velocidades, el eje de transmisión y el diferencial. Por un lado, esta solución alivianaba considerablemente el vehículo (apenas superaba los 1.000 kilos) y, por el otro, lo convertía en un auto muy sencillo de conducir: funcionaba como un auto con caja automática, pero sólo había que accionar los pedales de acelerador y freno.

Era un auto mediano, con un largo de 4,30 metros y una distancia entre ejes de 2,46 metros, construido sobre un chasis con largueros laterales y unidos por travesaños soldados. Sus creadores habían diseñado un sistema de suspensión independiente que carecía de amortiguadores: un cilindro constituía el elemento de absorción, compuesto por nueve arandelas de caucho separadas entre sí por ocho discos de acero de 1 milímetro de espesor.

 

El Aerocar, con el apoyo de IAME y Perón

El Aerocar surgió en una época floreciente para la industria automotriz local, impulsada por el gobierno del General Juan Domingo Perón. A partir de 1953, ya en manos del Estado, Industrias Aeronáuticas y Mecánicas del Estado (IAME), que había comenzado como Fábrica Militar de Aviones en 1927, se convirtió en el complejo industrial más importante del país.

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De IAME salieron el Rastrojero, en 1952; y un año más tarde el auto emblema del gobierno peronista, el Justicialista, entre otros modelos populares. Pero más allá del impacto que generó la planta cordobesa, el desarrollo de la industria automotriz nacional como política de Estado hizo proliferar a diversos proyectos de constructores independientes o pequeñas fábricas que atesoraban el sueño del vehículo propio.

La hélice del Aerocar medía 1,75 metros de diámetro. Un peligro.

El desafiante proyecto del Aerocar se vio favorecido por aquel contexto de expansión industrial. De hecho, fue desarrollado sobre el chasis del Institec, que era el modelo desarrollado por IAME, luego popularmente denominado Justicialista.

Gracias al impulso oficial, el Aerocar llegó a presentarse en las calles de la Ciudad de Buenos Aires como modelo experimental. Crónicas de la época relatan el revuelo generalizado en el momento que la hélice empezó a girar: sombreros y faldas de los presentes literalmente volaron.

 

El coqueteo con Chrysler y su destino final

Aquella intensión de “producción masiva en los Estados Unidos", de la que hablaba la revista norteamericana, estaba apuntalada por una insinuación de Chrysler por comprar la patente del Aerocar. Lo que buscaba el gigante de Detroit no era más que una práctica frecuente en la industria: hacerse de los planos en caso de que el proyecto prosperara y tener el control sobre constructores más pequeños. Por supuesto, la operación no llegó a concretarse porque el prototipo argentino empezó a evidenciar falencias.

El novedoso sistema de propulsión, el gran diferencial del modelo, fue a su vez el elemento que terminó condenándolo al abandono. La hélice de tres palas, fundida en aluminio y magnesio, carecía de protección, por lo que el vehículo era un peligro para cualquiera que se acercara cuando estaba en marcha.

 

Formas aerodinámicas y espacio para seis pasajeros.

Por razones de seguridad, los constructores decidieron recortarla y además usar una de dos palas, pero aun así medía 1,75 metros de diámetro. Esas modificaciones influyeron negativamente sobre las prestaciones del Aerocar: inicialmente podía alcanzar una velocidad máxima cercana a los 160 km/h, pero con la hélice más chica apenas llegaba a los 100 km/h.

Lento y peligroso, el Aerocar tuvo un paso efímero por la industria: el sueño de Grosovich y Bricci apenas duró dos años. En 1955, desde IAME le quitaron la subvención y el modelo fue trasladado a un taller de La Falda, ya sin hélice y viabilidad alguna de producción. Su destino como chatarra estaba sellado.

 

(Clarín)

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