COMPORTAMIENTOS HUMANOS

¿Por qué nos hemos vuelto tan insatisfechos con ser comunes y corrientes?: La trampa del perfeccionismo

La sociedad nos bombardea con instrucciones para ser más felices, estar más en forma y más ricos. ¿Qué se esconde detrás de ese esfuerzo diario por superarse a sí mismo que parece haber conquistado nuestra sociedad?

Sociedad 28/07/2023 Hora: 00:08
¿Por qué nos hemos vuelto tan insatisfechos con ser comunes y corrientes?: La trampa del perfeccionismo
¿Por qué nos hemos vuelto tan insatisfechos con ser comunes y corrientes?: La trampa del perfeccionismo

María (31) empieza sus días acercándose el celular a la cara, muchas veces de manera torpe y con los ojos entreabiertos, para meterse en sus redes sociales. Que esa sea la forma en que empieza su rutina diaria, incluso cuando aun no se ha despertado del todo, da cuenta de un impulso que poco y nada tiene que ver con informarse o estimularse con contenido que pueda marcar el tono de su día; se mete, confiesa, para ver en qué están sus compañeros o colegas, qué lograron desde la última vez que intruseó sus perfiles y qué metas laborales han cumplido. Ella, según relata, no cuenta con un logro reciente y no ha podido –de acuerdo a los estándares que ella misma se impone y exige– destacar en lo suyo, situación que la ha mantenido en un estado permanente de disputa interior; “Antes de entregar algo me doy mil vueltas y creo que nunca me siento del todo satisfecha con mi trabajo. Me encantaría ser de esas personas que van, hacen y luego muestran o exhiben, pero me cuesta mucho. Dar un trabajo por terminado implica un sinfín de ires y venires y un atrape constante, que a su vez solo me detiene en ese loop”, reflexiona. “Termina siendo un círculo vicioso; quiero asegurarme de que mi trabajo sea lo más cercano a la perfección, pero eso mismo hace que me quede inmóvil y finalmente no pueda ni avanzar. A eso se le suma que me comparo con los demás y termino totalmente inhabilitada. Paso de querer hacer algo increíble a no hacer nada en lo absoluto”.

Es eso mismo que describe María, según los análisis de especialistas, lo que caracteriza a la trampa del perfeccionismo. Ella no es la única, por lo demás; en sociedades en las que se nos enseña que nuestro valor como ser humano está determinado por nuestra capacidad productiva –y a eso se le suma, como si fuera poco, la habilidad de ser felices mientras producimos–, son muchas y muchos los que caen. Así lo postula el psicoanalista Josh Cohen en una columna publicada en agosto de este año en el medio The Economist, en la que abre con una pregunta enfática: “La sociedad nos bombardea con instrucciones para ser más felices, estar en mejor forma, y ser más ricos. ¿Por qué estamos tan insatisfechos con ser comunes y corrientes?”.

La presente sociedad parece empeñada en que el valor máximo del ser humano reside no solo en su capacidad productiva, sino también en su capacidad para ser feliz, uniendo ambos conceptos en no pocas ocasiones. Y para producir más y ser más felices, aparentemente, debemos superarnos día a día en busca de la perfección, razón por la que el perfeccionismo parece haberse adueñado de gran parte de la sociedad (revelando, de paso, sus más peligrosas consecuencias).

Según Cohen, el ansia del ser humano por ser perfecto viene de lejos, iniciándose con toda probabilidad con el advenimiento de la sociedad industrial, cuando la productividad comenzó a marcar las horas de muchas personas. Después, y para afianzar dicha necesidad, vendría en la década de 1930 la industria de la autoayuda. En la actualidad, todo esto no ha hecho más que intensificarse con la cultura del selfie: hemos erigido una nueva escala de valores en cuya cima habita el yo (y en la cual todos nuestros esfuerzos se orientan a satisfacerlo). Queremos mejorar en el trabajo y en nuestra productividad, lograr una economía más holgada e incluso ser más bellos y aparentar ser más jóvenes. Valores que transmitimos a nuestros hijos, impidiéndoles disfrutar de su infancia y transmitiéndoles una ansiedad impropia de su edad.

Este tsunami de perfeccionismo parece orientado no a la propia satisfacción, sino a la validación y el reconocimiento por parte de los demás

Lo más dramático de este tsunami de perfeccionismo que arrasa nuestra sociedad es que la necesidad de ser más y mejores parece orientada no a la propia satisfacción, sino a la validación y el reconocimiento por parte de los demás. De esta manera, y superado ya el antiguo espíritu perfeccionista orientado a ser igual que los demás, entramos en una nueva fase que implica ser siempre mejores que los demás, superiores a los demás y, por tanto, diferentes a los demás. Esto, unido al frenético ritmo con que el mundo digital acelera la pérdida de intimidad y la exhibición pública de lo que consideramos logros, lleva a gran parte de la sociedad a unos niveles de autoexigencia que generan ansiedad, inseguridad, insatisfacción, frustración, depresión, falta de sueño, dolores musculares y alteraciones fisiológicas varias.

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Si retomamos la imagen con que se iniciaba este texto, podremos comprender que un elevado porcentaje de las personas se sumerge con tanta avidez en las imágenes que escupen sus smartphones para intentar suplir la falta de gana ante la jornada laboral o el cansancio de una mala noche cosechando likes en las redes sociales. Igualmente hacen quienes contestan e-mails de trabajo antes de haber iniciado el mismo: intentan refrendar que su esfuerzo merece la pena. El reconocimiento de los demás, así, se convierte en un potente estímulo para impulsar un nocivo perfeccionismo.

Como indicaba Cohen, «cuando estamos abrumados por la vida y nos castigamos por nuestras insuficiencias, mil ‘me gusta’ en Instagram pueden proporcionarnos la fugaz sensación de que todo está bajo control». Pero ¿estamos seguros de que el reconocimiento ajeno de nuestros logros nos permitirá tener todo bajo control? En realidad, ¿no será más fácil de alcanzar dicha felicidad si nos limitamos a ser, comprendiendo nuestras limitaciones y disfrutando de todo lo que la autoexplotación del perfeccionismo nos usurpa?

 

Con información de Ethic

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