CIENCIA

Arqueólogos de campos de batalla, guardianes de la historia provincial

El estudio arqueológico de enfrentamientos del pasado tiene un lugar en la provincia de Buenos Aires. El trabajo de investigadores e investigadoras que rescatan historias de combates, llenas de gloria, sacrifico y traumas. Sus estudios aportan nuevos conocimientos y contribuyen a poner en valor una parte importante del patrimonio bonaerense

Sociedad 14/10/2023 Hora: 14:47
Excavación en el Fuerte Cruz de Guerra en el partido 25 de mayo de la Provincia de Buenos aires.
Excavación en el Fuerte Cruz de Guerra en el partido 25 de mayo de la Provincia de Buenos aires.

Por Fernando Fuentes*

La provincia de Buenos Aires no sólo es terreno fértil para cultivos. En su suelo también germinan historias del pasado que aún resuenan el disparo de un fusil y se tiñen de violencia, épica y sangre. Salen de antiguos campos de batalla, para encontrarse con la arqueología y ser rescatadas, reescritas, o completadas, por el trabajo de algunos investigadores que se dedican de lleno a la arqueología.

"La provincia de Buenos Aires se erige sobre el conflicto, es un lugar en donde la soja crece arriba de la sangre del pasado", comenta a El Editor, Carlos Landa, doctor en arqueología, investigador de CONICET, e integrante del Instituto de Arqueología, de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires (UBA).

Es que desde tiempos de la conquista española el territorio provincial ha sido testigo de innumerables conflictos bélicos que han forjado la identidad de la nación y la de sus habitantes. Basta mencionar a la popular Vuelta de Obligado (1845), o a la más olvidada batalla de La Verde (1874, en el partido de 25 de Mayo), para dar con dos sucesos fundantes.

 El arquéologo Carlos Landa y la arquéologa Alejandra Raies. Foto: Silvana Colombo.

"La arqueología de campos de batalla busca realizar aportes que enriquezcan el conocimiento general y particular de hechos sociales, como son los eventos bélicos, batallas y guerras, a través del estudio de esa expresión material que es el espacio en donde se combatió y los vestigios que quedaron", define Alejandra Raies, doctora en arqueología, investigadora de CONICET, e integrante del Programa de Arqueología Histórica y Estudios Pluridisciplinarios de la Universidad Nacional de Luján (ProArHEP).

"Los enfrentamientos pasados forman parte de lo que somos, de nuestra propia historia y por eso es importante ponerlos en valor y asociarlos con la identidad de las comunidades que hoy habitan esos espacios. Tiene un valor patrimonial que nos pertenece a todos", suma la investigadora.

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El desafío de investigar campos de batalla

Hacer ciencia en antiguos campos de batalla plantea complejidades que no se observan en sitios arqueológicos más tradicionales, como por ejemplo cuevas, viviendas, u otros espacios construidos. Tienen que ver con la extensión del terreno utilizado para el combate y la duración, a veces fugaz, de las hostilidades.

Pero eso no hace mella en la pasión que Landa y Raies ponen en sus investigaciones. Caminan el suelo bonaerense, tiran transectas, se ayudan de detectores de metales y en sitios en donde parece existir un mayor registro arqueológico realizan excavaciones. "Lo que obtenemos suele ser bastante fragmentario, son en general partes de elementos rotos o perdidos. También damos con las balas disparadas, si es que el enfrentamiento incluyó armas de fuego", refiere Raies.

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Los elementos son georreferenciados por medio de un GPS. Y toda la información que brindan es volcada en un protocolo, o diario de campo. Allí, además de la descripción del hallazgo, importa mucho el contexto que rodea a ese registro arqueológico. Luego, en bolsas etiquetadas, esos elementos viajan al laboratorio para su posterior análisis. "Realizamos un trabajo científico, un relevamiento y un registro sistemático, de algo que es un recurso finito", comenta Landa.

 Hallazgo de una pipa de caolín en Loma partida, partido de Rauch.


 Cuidado, detectoristas

Los denominados detectoristas de metales son una población creciente en todo el mundo. Se los encuentra en España, Inglaterra, pero también en la provincia de Buenos Aires. Landa describe a estos buscadores de tesoros como personas con cierto poder adquisitivo, que se agrupan en clubes, o asociaciones y tienen redes sociales. Algunos de ellos violan la ley y hasta se encargan de explicitarlo en la web. Suelen salir los fines de semana y los registros arqueológicos encontrados ingresan a colecciones personales, o van al mercado ilícito de bienes.

"No todo detectorismo de metal es ilegal. Por ejemplo, si alguien usa un detector de metal y va a la playa Bristol (Mar del Plata) y saca un anillo que se le cayó a una señora que estaba de vacaciones, eso no constituye un delito. Pero se vuelve ilegal, cuando se interviene extrayendo material protegido por una ley de patrimonio", explica Landa.

Se trata de la norma n.° 25743 y rige para toda la Argentina. Por ello, el investigador llama a la población a denunciar ante las autoridades responsables estas prácticas nocivas.

Por otro lado, el accionar de los detectoristas atenta de manera directa contra el avance de la arqueología. Y esto en gran medida es debido a que se retiran elementos y se los desarticula de su contexto (ubicación en el campo, relación con otros objetos, etc.). "Cuando un detectorista va y sustrae de manera ilegal materiales del campo de batalla, es como si se robara las piezas de un rompecabezas. Cuando vos querés ver el cuadro completo, ya no lo tenés", se lamenta Raies.

 El grupo de arqueólogos trabajando en el sitio donde funcionó el Fortín Otamendi, un asentamiento militar ubicado en el actual partido de Benito Juárez, Provincia de Buenos Aires.

Los campos de batallas construyen identidades y son evocativos

La información que se genera a través del análisis de estos materiales arqueológicos ayuda a forjar una identidad. Permite saber quiénes somos, hacia dónde vamos, qué es lo que hemos hecho. Y eso se complementa de manera interdisciplinaria con evidencias obtenidas por otros medios, como por ejemplo los registros históricos.

Esta rama de la ciencia genera conocimientos novedosos de estos eventos sociales ocurridos en el pasado. Además, permite un análisis crítico de las versiones que brinda la historia tradicional, u oficial. "En muchas ocasiones los estudios históricos de batallas se limitan a repetir lo expuesto en partes oficiales, sin profundizar en otros elementos. Ahí la arqueología puede hacer grandes aportes", sostiene Raies.

Enriquecer el conocimiento, responder preguntas específicas, así como poner en valor espacios y personas que combatieron, son algunas de las misiones que tienen los arqueólogos y arqueólogas de campos de batalla.

"Los campos que estudiamos suelen encontrarse en localidades muy chiquitas. Pero el evento bélico es parte de su historia cotidiana. Damos con personas que saben de el, por qué tienen algún antepasado que estuvo en el enfrentamiento, o bien su abuelo les contaba de ello", asegura Raies.

Son bien recibidos por las comunidades de la provincia

Al ser consultado por El Editor, acerca de cómo son recibidos por las comunidades de la provincia de Buenos Aires, Landa comenta que "a veces tenemos que desterrar algunos imaginarios, sobre todo en los dueños de los de los campos, o de los lugares donde se trabaja. Les explicamos que no somos buscadores de tesoros y que no nos vamos a apropiar del terreno. Pero, en líneas generales, a las comunidades locales les interesa mucho su pasado y les gusta preservarlo"

En los sitios que visitan se suelen armar encuentros en donde todos aprenden. Han estado en teatros, municipalidades, y bibliotecas populares de la provincia. "Se arman espacios para compartir información. Y en cada uno que tenemos con distintas comunidades, hay un intercambio muy rico, en donde obtenemos datos de nuevos sitios. Pero también suelen surgir discusiones. El mar de la historia es un mar siempre agitado, pero hay que navegarlo", asegura Landa.

Un desafío reciente que ha cristalizado este grupo tiene que ver con la invitación a veteranos de guerra de Malvinas. Ellos participan en las tareas de investigación que realizan los científicos en campos de batalla. El proyecto cuenta con el apoyo de profesionales de la salud mental y se hace eco de programas similares surgidos en otros países. Hasta el momento han tenido experiencias más que gratificantes.

"Los campos de batalla tienen un poder evocativo muy fuerte. Allí hay una gran gama de conductas, prácticas, comportamientos humanos, que van desde el sacrificio de lo épico, al trauma. El acto de excavar es un poco poner esas cosas a la luz", concluye Landa.

 

* Nota escrita por Fernando Fuentes para El Editor 

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